Ese día en el que alcanzas lo que quieres (o piensas que quieres), te acostumbras a ello sólo para darte cuenta de todo aquello que aún te falta. Entonces trazas metas, objetivos y empiezan los planes para llegar a ese estado que dará sentido a tu vida. Un título universitario, el trabajo de tus sueños, el auto, el hombre o la mujer de tus sueños, la casa, los niños, la escuela, la universidad de los niños, la carrera de los niños, la jubilación, la casa para la jubilación… y así la lista es interminable. Los pajaritos en la cabeza se interponen entre la verdadera felicidad y la satisfacción del corazón.
Puede que vivamos el momento, pero ¿disfrutamos del momento? La capacidad de disfrutar lo que somos, tenemos y hacemos ahora, sin dejar de proyectarnos hacia el futuro es lo que yo entiendo por contentamiento. El contentamiento no es conformismo ni dejadez, es poder mirar con satisfacción y gratitud lo que tengo ahora mismo y usarlo como trampolín para el mañana. Es disfrutar lo que hago hoy porque estoy acumulando experiencia y conocimiento para el siguiente paso en mi carrera. Es sentirme cómodo con la persona en la que me he convertido, porque mañana seré un poco diferente.
El contentamiento no es ignorante, ni iluso; sabe perfectamente que siempre habrá alguien cuya vida parece mejor que la nuestra. Todos tenemos ese conocido, que publica su vida perfecta, y nos hace dudar de las decisiones que hemos tomado hasta ahora. Pero el contentamiento sabe que cada decisión y cada logro conlleva sacrificios. No importa qué se elija, siempre habrá que renunciar a algo, pero ¿qué es más valioso, lo que consigo o aquello a lo que renuncio?. Contentamiento es aceptar de buena gana las consecuencias y renuncias de nuestras decisiones. El contentamiento no puede ser entonces, un sentimiento, sino una decisión; un estilo de vida. No se trata de perfección, sino de modelos realistas. Un corazón que se haya decidido por el contentamiento, y se haya ejercitado en él, sabrá optimizar sus recursos, sacar provecho a lo que tiene y ser libre de falsas expectativas. Necesitamos liberarnos del peso de la envidia y el remordimiento para volar más alto. Ese es el reclamo de esa misteriosa disciplina llamada contentamiento.
Pero el contentamiento es el arca perdida de nuestros tiempos, ese tesoro del que todos hemos oído pero sólo los valientes han salido a buscarlo. Ya sea que busque el contentamiento o que decida no hacerlo, en ambos casos habrá consecuencias, ¿podré vivir con ellas? Esa es la cuestión.
«… he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener en abundancia; en todo y por todo estoy enseñado…» Fil. 4:11-12