Una tarde de un domingo cualquiera

Uno de los propósitos de la iglesia cristiana es unir a personas de diferentes trasfondos, lenguas y talentos en un solo cuerpo, y como una sola familia reflejar el carácter de nuestro Padre.

Nunca antes había sido parte de una iglesia en la que los extraños se convierten en familia en 15 minutos. Nunca había pertenecido a ninguna iglesia que confiara tanto en mí, sin conocerme ni siquiera por referencia.   Y a pesar de mis intentos antisociales de llegar, cantar, escuchar el sermón e irme a casa, no he conseguido pasar desapercibida.  Pero, ¿quién pasa desapercibido en la casa de su Padre? Y es esa seguridad de estar en familia, la que hace que introvertidos como yo, tengan el valor de hablar con los nuevos, porque después de todo, hace unas semanas tú también eras el recién llegado a esta peculiar familia.  Gente de lugares remotos y exóticos como India, Colombia, Sudáfrica, Nueva Zelanda o Indonesia se sientan juntos, cantan juntos, comen juntos e incluso se ríen juntos y se sienten en libertad de compartir sus tradiciones y puntos de vista con los demás.  Nadie se siente extranjero porque todos somos extranjeros.  Usamos el inglés para comunicarnos, y a pesar de nuestros acentos y errores, nos entendemos.  Se estimula al servicio y se proveen las oportunidades para ello. Tenemos un liderazgo maduro espiritual y emocionalmente; aún así ellos se encargan de recordarnos continuamente que están lejos de la perfección. Se aceptan sugerencias.  Los valores fundamentales de esta comunidad son claros y las metas se establecen en base a estos valores sin perder de vista la flexibilidad que se requiere al trabajar con personas de más de 15 países.  Firmes en cuanto a credo, pero flexibles en el método. Nunca antes había pertenecido a una iglesia en la que me sienta en familia estando lejos de mi familia.  Quizás porque nunca había necesitado una familia, quizás porque nunca había salido de mi zona de confort.  Quizás porque todos estamos lejos de nuestra zona de confort y nos hacemos más sensibles a las necesidades del prójimo, porque por experiencia sabemos qué se siente no tener nada ni a nadie.

Quizás una de las intenciones del «id y haced discípulos a todas las naciones» era sacarnos de nuestra área de confort para experimentar el poder y el amor de Dios por medio de su iglesia.  Y una tarde de un domingo cualquiera, regresas a casa un poco cansado, pero con ideas frescas y nuevas, esperando volver a encontrarte tu familia.

Buganvilias, oraciones y políticos corruptos

El próximo sábado cumpliré 18 años de haber volado lejos de ese pedacito de tierra en mi trópico lejano, así que decidí celebrarlo trayendo un poco de primavera a mi sótano.  Siempre he querido tener una buganvilia enorme y un árbol de jacaranda en la entrada de casa.  Lo del árbol de jacaranda va a ser complicado, pero justo encontré una especie de buganvilia bonsái en una floristería en el centro. Haciendo cálculos y rebuscando monedas de los bolsillos de mis chaquetas (porque estamos a final de mes) me dirigí a la floristería, con la esperanza de poder entender las instrucciones de cuidado para la incauta buganvilia, que no sabe que soy una asesina de plantas.

Lamentablemente desde el país de la eterna primavera me han llegado noticias de inestabilidad e indignación, con las acostumbradas salpicaduras (por no decir inundaciones) de corrupción y mentiras en cantidades industriales. Tal vez ese deseo, de que mi gente allá pueda tener todo lo que aquí damos por sentado, es lo que ha detonado este ataque de amor patrio.  Hace 18 años los ataques de melancolía se mitigaban con fotos, cartas y alguna llamada telefónica esporádica. Ahora gracias a Internet es tan fácil como dale al play tantas veces como sea necesario. Ahora es posible leer distintos puntos de vista sobre el mismo problema, incluso se puede participar en manifestaciones de forma virtual.  Internet ha hecho que la voz de los que estamos lejos pueda ser escuchada.  Pero a veces compartir fotos, videos y hashtags no es suficiente.  Sabemos que necesitamos un cambio estructural, necesitamos nacer de nuevo.  Necesitamos la renovación de nuestra mente como país, necesitamos admitir que necesitamos ayuda.  Necesitamos a Dios.  No necesitamos religiosidad, necesitamos nacer de nuevo, necesitamos a Dios.

Mi oración es por aquellos que tienen el poder de hacer algo, para lo hagan.  Mi oración es por la gente buena, para que no se resigne ni se amedrente, ni se cansen de hacer lo bueno.  Mi oración es por los que no pueden hacer nada para cambiar la situación del país, para no pierdan la esperanza.  Mi oración por los que se empeñan en ensuciar el nombre de mi tierra, es que sus corazones sean trastornados y quebrantados, y si se arrepienten, que Dios tenga piedad de ellos, aunque las consecuencias de su voracidad y negligencia las tengamos que sufrir en los años venideros.

Mi oración por mi tierra es que algún día lleguemos a ser verdaderamente libres, soberanos e independientes.

Lo que mis alumnos no saben

Ser maestra me ha ayudado a valorar y agradecer a los maestros y profesores que he tenido a lo largo de mi vida.  Yo no sabía que ponerse al frente de un grupo de personas es mucho que más que ponerse a hablar como papagayo.  No sabía que los maestros no lo saben todo y que deben luchar con sus propias carencias.  Pero tampoco sabía que se puede aprender de los alumnos.

Trabajar con adultos es como estar en un desfile de moda, con modelos de toda clase, extrovertidos y tímidos, rápidos y lentos, profesionales y no profesionales, exitosos y … no tan exitosos.  Me gusta prestar atención a las características personales de los “exitosos” para saber qué hacen ellos que el común de los mortales no hacemos, y esto es lo que he observado.

Disfrutan lo que hacen.

En este momento tengo a dos personas en mente.  Dos hombres, uno más joven y otro de mediana edad. Ambos altos, seguros de sí mismos, corteses, aunque al principio un poco distantes.  Ninguno de ellos tiene un título universitario.  En realidad uno es mecánico (titulado)  y el otro técnico informático (titulado) de espíritu libre. Ambos trabajólicos.  En su haber, más de un reclamo por parte de sus esposas por trabajar demasiado.  Ambos pierden la noción del tiempo trabajando.  Sus mentes no se limitan a pensar en sus tareas sólo 8 horas al día.  Tampoco les es molesto pensar en ellos por las noches o los fines de semana, simple y sencillamente porque disfrutan haciendo lo que hacen.  No hay que amenazarles para que hagan su trabajo, y pueden creo que podrían trabajar más por el mismo salario si ello les ayuda a llegar a donde desean.  Eso sí, necesitan sentirse apreciados y motivados, cada uno a su manera.  Uno aprecia la libertad y flexibilidad mientras que el otro se tira de cabeza en un proyecto nuevo. Ambos están dispuestos a aprender y perfeccionar lo que ya saben. Disfruto su buena disposición no sólo para aprender nuevas estructuras gramaticales, sino para corregir sus errores.  Podrían hablar durante horas de su trabajo, porque disfrutan lo que hacen y en cierta forma, su trabajo les define con personas.

No hay nada como disfrutar lo que uno hace, y si esa pasión trae la comida a casa, mejor que mejor.

Bienaventurado el que disfruta lo que hace y contagia ese gozo a los que están a su alrededor.