Miedo

El miedo es un arma poderosa, un enemigo cruel, una enfermedad paralizante, la mayor de las discapacidades.

Pasamos del miedo a los monstruos al miedo a la soledad, al fracaso, a la pobreza.  Del miedo a la oscuridad al miedo a que nuestros defectos y rarezas queden al descubierto.  Miedo a ser los peores.  Miedo a no ser lo suficientemente buenos para algo o para alguien. Miedo a envejecer.  Miedo a pasar por esta vida sin pena ni gloria.  Miedo a necesitar ayuda. Miedo a no encontrar nuestro lugar en este mundo… miedos, miedos y más miedos.

Al igual que el frío, el miedo busca una pequeña grieta para entrar, y poco a poco entumece desde dentro a sus víctimas.  Ata la valentía y congela todo intento de ser proactivo.  Sustituye la creatividad por una actitud a la defensiva. Y Cuando nos damos cuenta hemos dejado de vivir para solamente sobrevivir. El miedo es mentiroso, nos hace creer que sólo existe el peor de los casos.  El miedo nos encierra, nos aisla, nos priva de todo lo hermoso y sorprendente que nos depara la vida. Pero el objetivo principal del miedo es la fe. Pero no cualquier tipo de fe, sin la verdadera fe. Esa que nos dice que no estamos solos, esa que nos hace descansar tranquilos en las manos del Salvador, esa que nos asegura vida cuando sólo vemos muerte.  La Fe es la luz que ilumina el futuro. La fe es el agua que sacia la sed. La fe es el pan de nos da fuerzas para luchar por las causas perdidas. La fe nos devuelve la perspectiva correcta, no se trata de mí, sino del autor y consumador de la fe.

El perfecto amor echa fuera el temor.

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