La necesidad, el motor más potente.

La necesidad es el motor más potente conocido por la humanidad.  Por necesidad hablamos, callamos, nos movemos, creamos, destruimos, huimos o nos quedamos.  El cuerpo humano necesita muchas cosas, casa, abrigo, comida, descanso, pero el alma tiene otro tipo de necesidades. Necesidad de seguridad, realización, pertenencia, aprendizaje, aceptación y mucho más.  Hemos sido testigos de cómo miles de personas han huido de sus hogares porque sus necesidades físicas y espirituales no están siendo satisfechas.

En el aire se palpa la desconfianza entre los recién llegados, los autóctonos y los que ya llevan tiempo aquí.  El panorama se agrava cuando los sembradores del terror cobardemente salen de sus guaridas para atentar contra la convivencia, que con tanto esfuerzo se ha construido. Miedo en los locales, miedo y necesidad en los recién llegados. Miedo y necesidad, una combinación tan antigua como explosiva.

Un pescador judío escribió a sus amigos cristianos, víctimas del intento de exterminio del que fueron objeto bajo el mandato del emperador romano Pompeyo, «No devolváis mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo…» y es que las migraciones, las guerras y los rumores de guerras no son nada nuevo. «Amados, no os sorprendáis del fuego de la prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciera.»

Lo del ojo por ojo nos ha enseñado, a lo largo de la historia, que lejos de cortar la espiral del odio y devolvernos la tranquilidad, nos hunde en esta sinrazón.  Otro escritor judío anima a sus amigos, víctimas de persecución: «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor…» Pero cuidado, amar no significa dar besos y abrazos, o regalar cosas.  Amar es hacer lo mejor para el prójimo, hacer lo correcto, devolver la dignidad, corregir, defender, educar, animar, dar oportunidades, promover la autonomía.  Hemos sembrado amor imperfecto, ahora cosechamos temor, y no sabemos cómo lidiar con las consecuencias.  Tal vez no sea demasiado tarde para sembrar amor de mejor calidad, y tal vez, y con mucha ayuda divina, podamos cosechar algo de hermandad.

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