Soy el tipo de maestra de idiomas que debe ir a diferentes empresas y escuelas, lo que yo llamo, una maestra itinerante. Nunca he tenido un trabajo con horarios «normales». Pero en el fondo lo agradezco porque nunca he tenido que estar encerrada en un lugar 40 horas durante una semana entera. Y en este ir y venir a veces frenético, intento sacar algún provecho personal más allá de una buena lectura en el tren. Observando las diferentes empresas en las que trabajo he llegado a un par de conclusiones, a continuación la primera de ellas.
Los Rumores. En general son inaceptables pero siempre tolerados. Lo correcto sería decir que los rumores entorpecen el ambiente profesional de una empresa, pero en la práctica es imposible frenarlos o prohibirlos. Son como una especie de pecado menor que rara vez se castiga. Hombres y mujeres incurren en ello por igual, y la cultura influye mucho en la rapidez con la que se propagan. En culturas orientadas en la tarea, los rumores o chismes de carácter personal son menos frecuentes, no obstante existen.
En una empresa los rumores corren a diario. Información de la empresa sale de boca de mis alumnos en forma de queja (quizás no tengan con quién desahogarse) y sin quererlo termina en mi clase. El problema es que al quejarse, mis «niños» comparten información objetiva y subjetiva. Mis «niños» se sienten incomprendidos, subestimados, explotados hasta cierto punto, y eso es caldo de cultivo de todo tipo de rumores. Supongo que cuando la información no fluye correctamente y no es transparente… los maestros de idiomas terminamos haciendo de psicólogos. Y si algo he aprendido en estos años es que no hay sueldo que pague el estrés que genera un ambiente de trabajo tenso y lleno de intrigas.
Es increíble como la falta de transparencia puede afectar una familia, una empresa o un país. El impacto que un pecado «menor» tiene, puede destruir una vida o hundir un imperio. Tengo la impresión de que los rumores son un indicador sobre el grado de satisfacción de los empleados con el empleador, y sobre el carácter de todos ellos. Los rumores son el sucedáneo de una buena conversación franca y cordial, quizás por temor a que el interés de una de las partes predomine. Todos sabemos hablar, pero comunicarnos y expresar ideas o sentimientos de forma civilizada, constructiva y sin disparar antes de preguntar, muy pocos saben hacerlo.