«Si crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia» Derek Bok (según Google; repetido hasta la saciedad por mi madre). Uno de mis alumnos resultó ser metalero consagrado. Ayer me contaba que fundó su propia banda, ha grabado un par de discos, incluso da conciertos; todo financiado por todos miembros de la banda. Dado que yo misma me embarqué en un proyecto editorial que resultó ser más complicado de lo que pensamos, me interesaba saber si por lo menos cubriríamos costos, así que no pude evitarlo y le pregunté. Su respuesta fue escueta. «No» y añadió: «pero después de esto tendrás experiencia, y la experiencia cuesta». No pude evitar pensar en la frase que repetía mi madre; la duda existencial estaba servida: si la ignorancia cuesta mucho, pero la experiencia también, ¿cuál es el punto?
Las últimas semanas, desde finales del año pasado en realidad, he sentido tanto miedo y frustración como nunca antes en mi vida. De hecho el diagnóstico inicial fue ansiedad y depresión. Tuve que pedir ayuda profesional, necesitaba otro par de ojos con una perspectiva diferente que me ayudara a reconciliar mi fe y mis sentimientos, porque quieren divorciarse y no sé como evitarlo. De todo lo que dije y lo que oí en esa habitación una frase ha estado restaurando mi vida: «No creo que estés haciendo las cosas especialmente mal, tus problemas no son algo excepcional, de hecho es parte de ser adulto, todos tenemos luchas similares…» Así que me he dedicado a ver si es cierto que estamos todos en el mismo barco, y así es. Todos luchamos con frustración, miedo, sentimientos de culpabilidad, soledad, falta de capacidad, ganas de salir corriendo… Creo que puedo autodiagnosticarme como normal.
Llevo meses intentando alinear en la misma órbita mi vida profesional, mis aspiraciones, mis pasatiempos y aficiones, experiencia y habilidades naturales, pero nunca ocurre. Si la experiencia crece, la vida profesional se para en seco, las habilidades naturales van a su aire y mis pasatiempos van en dirección contraria. Todo esto mientras la vida social se resiente porque para quedar con algún amigo tengo que obligarme a mí misma a hacerlo, porque no me queda energía. Si invierto en adquirir experiencia y potenciar alguna área de mi vida me sale caro y a corto plazo cambia nada, si pruebo con la ignorancia y quedarme estancada también me sale caro, entonces ¿cuál es el punto?
Otra de las cosas que he recordado en las últimas semanas es que avanzar no es una opción, es una necesidad vital. Los adultos tenemos esa terrible creencia de que ya crecimos todo lo que debemos crecer, nos estancamos y nos lleva la corriente. Dejamos de aprender y adquirir experiencia, porque es muy caro y requiere mucho esfuerzo, y es entonces cuando empezamos a morir. Buscando la estabilidad nos estancamos y caemos en la comodidad. «Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento» y paguemos el precio, aunque sea alto. También he recordado que la vida es una maratón, es mejor tomarse las cosas con calma porque queda mucho por delante. Mis ojos no deben estar puestos en los corredores que van delante de mí, aunque sea más fácil escribirlo que hacerlo. Lo importante es terminar, guardar la fe, llegar hasta el final. Avanzar requiere planificar y la planificación evita que nos centremos en el presente más de lo necesario. Si las circunstancias presentes son buenas corremos el peligro de estancarnos, es mejor seguir avanzando. Si el presente es sombrío es mejor avanzar, no quedarnos aquí más de lo necesario, pero siempre con los ojos puestos en la meta.
«Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.»