Si tuviera que definir este año en una palabra diría «incertidumbre». Ha sido un año de paz tensa. Empecé el año con la noticia de que perdería un tercio de mis ingresos durante el primer trimestre, situación que se alargó al resto del año. No soy una persona de naturaleza proactiva pero tenía que hacer algo y durante meses toqué puertas que no se abrieron. Una y otra vez recibí ese email que empieza más o menos así: «muchas gracias por si interés en nuestra empresa pero no podemos elegirla…» (así suena la traducción literal). La pregunta que sonaba en mi cabeza cada vez con más amargura era ¿de qué sirve ser buena en lo que haces, hacer que todos estén contentos con tu trabajo, seguir tu formación como maestra, si al final no puedes pagar tus cosas? En Julio exploté, decidí que era dejaría de ser una ilusa con sueños y viviría una vida de bajo perfil. Buscaría algo que pagara las facturas, y me sentaría a esperar el día de mi muerte. (Le di gracias a Dios por vivir sola, el nivel de frustración que se respiraba en mi sótano era tóxico hasta para mis plantas, cualquier ser humano habría salido corriendo)
Estaba estancada, estaba claro. Pero también soy olvidadiza, y eso es perfecto, porque muy menudo se me olvida que me siento frustrada y estancada. Se me olvida debo ser realista y que no debo esperar lo mejor, hasta que me toca apagar algún fuego y vuelta a empezar. Pasar por este ciclo dos o más veces al mes durante un año es agotador, y así es como me siento, agotada. Pero a veces también se me olvida que estoy agotada.
En Julio me invitaron a trabajar con una ong, como voluntaria, por supuesto. Empecé el proceso de preparación sabiendo que era lo correcto aunque siempre con una excusa en mente por si tenía que emprender la retirada. En octubre, cuando estaba a punto de empezar, pensé posponer la fecha de inicio hasta que lograra algo más de estabilidad. Un domingo, y de una forma muy extraña pero evidente, un pensamiento se instaló en mi cabeza: «si vas a esperar a que tu vida sea perfecta para hacer lo correcto, nunca harás nada». Soy el tipo de persona que no huye de lo nuevo, me meto en líos por eso, pero esta vez era algo mucho más demandante. Más o menos al mismo tiempo una de las escuelas donde trabajo me ofreció un puesto (temporal) en recursos humanos. Precisamente esa oferta vino cuando empezaba a descubrir ese mundillo. Me pareció interesante, parece que es un camino que lleva a «algo más», ese «algo más» que no termina de llegar y tampoco sé que aspecto tiene. No sé si es fé o estupidez, el tiempo lo dirá.
Hoy por fin firmé el contrato para esa sustitución que me obliga a mejorar mi alemán. Desde hoy soy voluntaria oficial de esta ong, formo parte de un equipo y soy el punto exótico que habla español. Hoy terminé de pagarle al César lo que es suyo. Hoy, después de mucho tiempo, puedo volver a invertir en mí misma y aprender cosas nuevas y necesarias. No es un deseo, es una realidad. Hoy ha sido un buen día.
¿Qué pasará en el 2019? No lo sé, gracias a Dios no estoy en el comité organizador. Pero mi Padre celestial sí.
Al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios. A él sea la gloria por los siglos de los siglos.