Aires de cambio

Mi relación con los cambios, en general, es de amor-odio. Una parte de mí los detesta. Me he mudado tantas veces, he dejado ir tantas veces, me han dejado ir tantas veces que la sola idea admitir algo nuevo en mi mi vida me molesta. Será que me estoy haciendo mayor. Pero otra parte de mí desea el cambio y lo procura. Es más, los cambios que sí quiero no llegan a la velocidad que quiero, tardan mucho.

No me gusta dejar ir a personas especiales. No me gusta convertirme en un recuerdo. No me gusta el vacío que dejan en mi vida. Quiero que se queden por muchos años, pero se van. Hay cosas que me gustaría que cambien, que mejoren (desde mi limitado punto de vista), pero los cambios no llegan cuando yo quiero. En lugar de resultados rápidos tengo procesos.

Me debato entre el cambio inevitable y el intencional, entre el «ni modo» y el «haz que suceda» (sin alusiones políticas esto último). ¿Estoy luchando diligentemente contra el conformismo? ¿Estoy aprendiendo cosas nuevas o vivo de mis rentas? ¿Es legítimo parar un momento y disfrutar del camino y de la compañía? La respuesta a todo lo anterior es: estoy de camino. Siempre pensé que sería interesante emigrar al norte, y lo logré. Trabajar como maestra de español podría ser algo para mí, lo logré también. Utilizar mi propio material con grupos de mujeres me resultaba muy interesante, por fin lo logré (no sé si vaya a funcionar, pero lo voy a intentar). Dar seminarios de capacitación o ser mentora de maestros con menos experiencia me parecía algo que yo podría hacer, tengo un año para probar que puedo. Pero todo esto ha sido producto de muchos años de cambios, de muchos procesos.

Lo interesante de todo esto es que yo simplemente soñaba con todo esto. Yo sólo sé que lo deseé, como quien desea un viaje alrededor del mundo, sin mucha fé. Trabajé hasta quedarme dormida en los trenes del cansancio, y algunas cosas empiezan a llegar. El problema es que esta cabeza mía no para de generar deseos, sueños interesantes, pero son sueños sin hoja de ruta. Inevitablemente estoy destinada al cambio.

Cambio porque estoy viva. Cambio porque todavía puedo. Cambio porque no estoy sola y alguien camina a mi lado, todos los días, hasta el fin del mundo. Cambio sin proponérmelo, confiando que no hay nada fruto del azar.

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