El Dios que amaba a las mujeres.

Trabajar con víctimas de explotación sexual me ha hecho valorar a mi padre. Nunca se lo he preguntado pero sé que jamás me hubiera vendido por un televisor o un teléfono de última generación. Al contrario, de él aprendí que amar es comer medio helado para que yo pueda comerme uno entero. Lamentablemente mi padre es la excepción.

Estudiando el libro de Jueces he llegado a la conclusión de que uno de los temas importantes del libro son las mujeres, desde la perspectiva divina y humana. Hay dos tipos de mujeres, las protagonistas y las víctimas. La que son amadas y las que no.

Acsa: Dios le muestra su amor dándole un padre como Caleb, hombre de guerra que, tan pronto destierra a los hijos de Anak, como concede a su hija tierras y fuentes de agua. Un hombre valiente, pero no violento. Un guerrero fiero pero un padre generoso que infunde respeto, no miedo.

Débora: mujer respetable que no llegó a ser jueza por soborno o amiguismo, sino por su buena reputación. Dios habla con ella directamente, sin intermediario masculino, solo ella y su Dios. Jael, mujer valiente que no duda en comprometer el acuerdo de paz entre su marido y Jabin y mata al cruel Sisara. Sí, una mujer que mata. Una mujer anónima mata al perverso hijo de Gedeón, el líder de turno. Otra mujer que mata. Mujeres fuertes que no se esconden y hacen lo que deben hacer, son instrumentos en las manos de Dios para traer justicia al país.

Pero la hija de Jefte sufre el desconocimiento de su padre sobre lo que Dios esperaba de los padres israelitas y termina sacrificada. Caleb y Jefte recibieron la una orden de Dios, ambos la cumplen, la diferencia está en que Caleb conocía al que le daba órdenes y Jefte no. El resultado: Acsa tuvo disfrutó la generosidad y protección de su padre y la hija de Jefte murió sin ver su propósito cumplido.

La concubina del levita, un momento… ¿Un levita con una concubina? ¿En qué libro de la ley le estaba permitido a los levitas tener amantes? Esta pobre mujer lo tenía todo un contra: un padre no duda en devolverla a su hombre, un levita que nada sabe de la ley y la ofrece a hombres perversos para salvar su pellejo. La concubina no encontró protección en su propia familia ni con el hombre que supuestamente la amaba. Terminó violada y descuartizada.

Dios, siendo el padre generoso que es, dio a las mujeres padres buenos como Caleb, esposos buenos como Otoniel, y colaboradores leales como Barak. Pero cuando el corazón de los hombres se llena de ellos mismos y de sus propias ideas las mujeres sufren.

Noemí y Rut, viudas, emigrantes, refugiadas huyendo de la precariedad. Noemí abre la puerta a la amargura y no le queda más remedio que admitir que su tiempo en el país vecino fue un completo desastre, lo perdió todo. Ganó una nuera, con más lealtad y convicción que su difunto marido. Y de estas mujeres vinieron reyes, y el mesías. Dios convirtió la historia de una mujer que lo perdió todo, dignidad incluida y de otra que estaba por ley destinada a la exclusión social, en una historia de amor.

Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Sea hombre o mujer. Como a ti misma.