Llamados es la clave.
Derechos y obligaciones. Esa es la cara oculta de ser maestra/profesora autónoma. Nadie me dijo que había una parte legal en la que mis alumnos/escuelas y yo estábamos unidos por el santo vínculo de un contrato. Yo cumplo mi parte del acuerdo y ellos hacen lo propio. No hay espacio para la generosidad por ninguna de las partes. Una vez cumplo mi parte del trato no estoy obligada a darles 5 minutos extra. Ellos tampoco pueden darme propinas; si quiero más dinero, tengo que trabajarlo. Nada del otro mundo.
Tener un llamado a hacer algo es otra cosa. Poco o nada tiene que ver el dinero. No hay límite de tiempo, ni de energía. Nadie trabaja en una ong y dice: voy a ayudar a 3 niños y listo.
Se trabaja hasta que el cuerpo, los medios o la motivación lo permitan. Y no siempre se consiguen los resultados que uno espera. Se dice que solo el 1% de las personas obligadas a prostituirse logra recuperarse y tener una vida diferente. Esa no fue una excusa para Lana, cuando decidió fundar Kainos, ni sus 60 años fueron suficientes para hacerla postergar su jubilación.
Lo que recibimos de Dios es un llamado, no un contrato. Una llamado a darlo todo sin esperar nada a cambio (¡anda! ¡como un matrimonio! ¡O una amistad! Creo…). Dios no esta obligado a nada, aún así fue el primero en ofrecer algo. El llamado es a dárselo todo y confiar en su generosidad. Y ese es el problema,que algunos preferirían tener un contrato con Dios, porque parece que su oferta de generosidad no es suficiente.
He aquí, aunque él me matare, en él esperaré (Job 13:15)
He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado. (Daniel 3:17-18)
Un llamado, no un contrato.
Reacción al último podcast de TFH/OC, al César lo que es del César.
¿Llamado o contrato?
… que andeis como es digno de la vacación con que fuisteis llamados. (Ef. 4:1)