Una canción

A veces no pasa nada. El mar sigue calma, las aguas no se abren, no se abren nuevos caminos. El cielo guarda silencio, no hay coros de ángeles anunciando salvación. El frío de la noche puede ser la calma antes de la tormenta o la antesala de un nuevo día. Pero siempre hay una canción. Esta es la mía hoy.

«Cantaré yo a Jehová,
porque se ha cubierto de gloria;
ha echado en el mar al caballo y al jinete.
Jehová es mi fortaleza y mi cántico.
Ha sido mi salvación.
Éste es mi Dios, a quien yo alabaré;
el Dios de mi padre, a quien yo enalteceré. ¿Quién como tú, Jehová, entre los dioses?
¿Quién como tú, magnífico en santidad,
terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios? ¡Jehová reinará eternamente y para siempre!»

Mejor no

El odio es una estrategia de marketing, nefasta. Es una herramienta de convencimiento contraproducente. Absolutismo emocional. Odiar es subestimar la mesura y exaltar las propias limitaciones.

Odiar es acumulación de hartazgo e incomprensión. ¿Necesidad de atención? Es como una motosierra con criterio firme. Es la suposición de conocimiento pleno, superior e inerrante. Energía emocional que busca desahogo pero solo deja división. Es el hijo del miedo y de la arrogancia. Pero el perfecto amor echa fuera el temor.

Fuimos llamados a tener criterio. A analizarlo todo y retener lo bueno. A ser rapidos para escuchar, lentos para enojarnos, astutos como serpientes y mansos como palomas. Nos dijeron que todo tiene su hora tiempo de hablar y tiempo para callar, o sea, a elegir con sabiduría cuando toca qué. Porque en la ira de los hombres no obra la justicia de Dios.

Caracoles

Y Dios me dio caracoles, no buen samaritano a la vista, sólo caracoles bebé.
Me caí sobre mi rodilla izquierda hace un par de días. La palma de mis manos está intacta, mis leotardos intactos, la piel de mi rodilla desapareció… Desde entonces cojeo. No me gusta quedarme sentada mientras doy una clase, pero ayer no tuve opción. Después de la clase decidí parar a buscar vendas y comida, ¡lo que no sabía es que el transporte público estaba en huelga! Tuve que caminar 1,5 km cuesta arriba desde la estación de tren hasta mi casa. Esperaba que si un conductor me veía cojeando, se ofreciera a llevarme (pero mamá me dijo que subiera al auto con desconocidos…), un buen samaritano. Pero no sucedió, como en julio, cuando nadie apareció. Intento estar ahí para mi gente, pero aparentemente nadie está ahí para mí. Otra vez sola. Nuevamente me quedé caminando lentamente, teniendo mucho tiempo para admirar como luce el otoño en los jardines de las casas del camino. Entonces vi al pequeño ejército de pequeños caracoles. Una vez que ves uno encuentras el resto. Todo el camino hacia arriba, moviéndose lentamente… como yo. Estuve tentada de hacer mi propia fiesta de la autocompasión, pero estos pequeños me recordaron que la lentitud no es mala, es natural y necesaria.

Tuve tiempo para pensar que le pido a Dios que mande personas cuando necesito ayuda. Una especie de secretario galáctico que me contacta y hace pasar a las personas que necesito cuando las necesito… en lugar de ser ese amigo que te dice: no tengo auto pero voy a caminar contigo, y si tienes que parar a descansar, hacemos una pausa. No tengo prisa. El Dios que camina conmigo, y con los caracoles.

La tierra prometida también tiene desiertos.

La tierra que Dios prometió a los hijos de Jacob tenía desiertos, literal. La tierra que fluía leche y miel era buena pero tenía desierto. Es buena Y tiene desierto. La generosidad de Dios no es incompatible con la aridez del terreno.

El desierto, ese lugar donde el silencio es angustioso, el sol absorbe la esperanza y no hay descanso para los pies cansados. Metáfora perfecta de algunas épocas de la vida en las que no pasa nada y pasa de todo. De esas etapas en las que esperas que detrás de la siguiente colina se divise algo de vegetación. ¿Puede un desierto ser una muestra de amor del Padre celestial? O tal vez sea una invitación personal a conocer el lado más indomable del León de Judá.

«Todo lo que Jehová quiere, lo hace,
En los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos.» Salmo 135:6

C. S. Lewis lo sabía bien.

«-Si hubiera alguien que se presente ante Aslan y no le tiemblen las rodillas, o es el más valiente de todos o el más tonto».

-«Entonces, ¿es seguro?» Preguntó Lucy

-«¿Seguro?» Dijo el señor Castor; «¿no has escuchado lo que la señora Castor acaba de decir? ¿Quién dijo seguro? Por supuesto que no es seguro, pero él es bueno. Él es el rey». Crónicas de Narnia, el león, la bruja y el armario.

Es bueno e indomable. Es bueno e imprescindible. Es bueno y tiene su propia agenda. Es bueno y poderoso, no sólo para darnos lo que pedimos sino para quitar todo lo que está de más. Es bueno y nos promete el paraíso, es bueno y nos lleva al desierto. Es bueno y nos acepta como somos, es bueno y no nos deja como estamos. Es bueno.

Un elefante en el pecho

Hace mucho leí lo que para mí es la mejor descripción sobre la depresión: sentir que tienes un elefante sentado en el pecho. La DW en español tiene documental sobre la depresión titulado «Cansancio de vivir». Yo lo veo más bien como una nube, una sola, con diferentes tonos de gris, desde el gris marengo hasta el gris tornado. Esta nube flota sobre la cabeza de su humano, de modo que si este levanta la mirada al cielo ve su nube, y depende del color de su nube así interpreta su entorno. Si la nube está de un gris claro, entonces se puede intuir el sol; si la nube está oscura, tipo «está a punto de caer un señor aguacero en país tropical», solo queda resignarse y no hay sol en el universo que nos convenza de lo contrario. Hay nubes y nubes. Cómo tenía que ser la nube de Verónica Forqué, la actriz española a la que encontraron muerta en su casa, para que decidiera marcharse antes de tiempo. Cómo tenía que ser su nube para que aceptara participar en un reality show sabiendo que no estaba bien. El instinto de conservación normalmente dice «escóndete», no «exponte».

Entre rotos nos detectamos y nos entendemos unos a otros. Dios los crea y el diablo los junta. Pero los odiadores (haters)… ¿de dónde salen? ¿Hundir por el placer de hundir? ¿Qué virtud hay en ello? (efectivamente, un poco de estoicismo) ¿Habrá algún tratamiento para dejar de opinar con tanto ímpetu? (¿Algo de filosofía estoica?) ¿Y para dejar de mirar al mundo a través del color de la nube sobre mi cabeza? ¿Y para las ganas de dejar de luchar?

Mientras tanto… Mientras tanto
Gocemos mientras tanto
Gastemos los pulmones en la ducha
Cantando desafinados (Tommy Torres)

Feliz Navidad, o lo que sea

Te vas a caer

– Estoy preocupada, veo que la gente tiene miedo, Rosa tiene mucho miedo…

– ¿tú crees? ¿Por lo de la pandemia?

– Sí, la gente tiene mucho miedo.

– ¿y qué podemos hacer?

– No lo sé… antes yo vivía con miedo de todo. Es algo que me viene de familia mi papá es así, mi hermana también… «no hagas esto porque te vas a caer» o «no hagas lo otro porque te puede salir mal». Nos enseñan a que las cosas van a salir mal…

Saludar al vecino, acostarse a una hora
Trabajar cada día para vivir en la vida
Y contestar solo aquello y sentir solo esto
Y que Dios nos ampare de malos pensamientos

Cumplir con las tareas, asistir al colegio
¿Que diría la familia si eres un fracasado?
Y ponte siempre zapatos, no hagas ruido en la mesa
Usa medias veladas y corbata en las fiestas

Las mujeres se casan siempre antes de treinta
Si no, vestirán santos y aunque así no lo quieran
Y en la fiesta de quince es mejor no olvidar
Una fina champaña y bailar bien el vals
(Pies descalzos sueños blancos, Shakira)

Hacemos o dejamos de hacer para evitar el castigo, y eso es normal en los niños pequeños, pero si a lo 40 seguimos igual, algo anda mal. Si a los 25 nuestra motivación para hacer o dejar de hacer no va más allá de la recompensa egocéntrica a corto plazo, estamos condenados a la extinción, como los dinosaurios. Si nuestro sistema para tomar decisiones maduras no es más fuerte que el miedo al potencial qué dirán, debemos aprender a convivir con la mediocridad. Si no podemos dar buena explicación de por qué hacemos lo que hacemos sin sonar como adolescente hormonalmente inestable, apaga y vámonos.

Felices los humildes, porque Dios les dará en herencia la tierra. Felices los que tienen limpia conciencia, porque ellos verán a Dios. A corto plazo felicidad, a largo plazo herencia inimaginable. A corto plazo felicidad, a largo plazo ver a Dios.

PD. No tengo nada en contra de saludar al vecino o acostarse a una hora… pero no lo hago por necesidad, sino porque sé que llevarnos bien es bueno para ambos, o que dormir suficiente es bueno para mí y para los que me rodean. Lo de bailar el vals, eso sigo sin verlo claro. De momento no.

Los dioses olímpicos

Pensando en Simone Biles… que una chiquita como ella lleve el peso del mundo sobre sus hombros y que tenga que hacerlo con una sonrisa y sin rechistar me parece… cruel. Del orgullo de representar a tu país al pánico que decepcionar a millones de personas. La misma masa colectiva e impersonal que eleva, tiene el poder de hundir. El alma humana no fue hecha para eso. Hace unos minutos un comentarista alemán dijo de otra chica, Sunisa Lee, que es la nueva Simone Biles. A rey muerto, rey puesto. Tras la retirada de Biles, la prensa brasileña especula, ¿y si nuestra Rebeca Andrade tiene opciones de medalla? Y es que ¿quién no quiere ver a uno de los suyos en lo más alto? Admirar sin adorar, abrazar sin asfixiar, animar sin exigir.
Parece que como sociedad necesitamos modelos que nos muestren la diferencia lo admirable y lo condenable. Y no importa si las personas están listas para la fama y adoración,  lo importante es que tengamos a alguien en el pedestal para poder admirar. 

Si Biles, Andrade o Lee fueran algo mío, o tuviera algún tipo de influencia, les diría: «lo que sea que hagas hazlo por ti, porque puedes, tienes los recursos, la habilidad y te hace crecer como persona porque te reta. Y si de paso tu trabajo emociona e inspira a otros, perfecto». En este caso, el orden de los factores sí alteran el producto.

¿Y si el único que puede llevar el peso del mundo sobre sus hombros sin romperse ni corromperse, fuera Cristo? Escuchando una entrevista este lunes de Alisa Childers a John Cooper y Jeremy Camp, Jeremy, acertado como suele serlo, dijo «Jesús dijo «sígueme», no dijo sigan a mis discípulos». Supongo que hay varias razones para ello. No estamos hechos de material resistente a la corrupción. Perdemos el norte muy rápido. Un par de cumplidos y nos venimos arriba.

Puestos los ojos en Cristo, el autor y consumidor de la fe.

Al momento de escribir esta entrada Susina Lee y Rebeca Andrade todavía no habían ganado las medallas de oro y plata respectivamente. Andrade se convierte en la primera medallista sudamericana en gimnasia (si le entendí correctamente al comentarista alemán).

Gracias Ortega y Gasset

A los 16 o 17 años, en clase de filosofía, en un lugar de mi Andalucía de cuyo nombre no quiero acordarme, escuché la frase: «yo soy yo y mis circunstancias». Menuda epifanía. Lo decía todo sin decir nada. Usé esa frase para evitar dar explicaciones de cosas que ni yo misma entendía y en las que era doloroso hurgar: el sentido de mi existencia. A estas alturas del partido no me da miedo admitir que he tenido unas cuantas crisis existenciales, y aunque lo de mis circunstancias era cierto en cierto sentido, había un par de cosas que quedaban en el aire. Me hubiera gustado que mis circunstancias fueran monoculturales, monolingües, predecibles, nacer, crecer, reproducirse y morir. Claro. Sin dobles interpretaciones. Era mejor que ir dando tumbos de un lado al otro, sin encajar en ninguna parte. Muy intensa y rígida para ser guatemalteca, muy guatemalteca para ser hondureña, muy oscura para ser española y muy flexible para ser alemana. Muy académica para una conversación sencilla, muy sencilla para un académico, muy artística para trabajar en una oficina, muy poco imaginativa y temerosa para ser artista… Mis circunstancias…

Esta mañana visitando a una amiga, de esas amigas que tengo cuyo pasado es perfecto para olvidar, pero cuyo futuro está por escribirse, me escuché a mí misma diciendo no podemos controlar el pasado, pero sí nuestras reacciones. Decidí que quería que mi amiga conociera la universidad donde trabajo (y de paso entregaba calificaciones). Quería que ella viera que el mundo es más que esos antros de mala muerte que ella conoce. Todo le pareció bonito. Por primera vez en su vida quiso trabajar en una universidad, limpiando, pero en una universidad. De regreso a la estación de tren dije cosas como que no podemos elegir la familia que tenemos, pero sí podemos elegir ni hacer lo que vemos en casa. Nadie elige un padre maltratador, pero se puede elegir una pareja respetuosa. Ortega y Gasset tenía las horas contadas en el salón de la fama de mi corazón.

Preparando la clase de mañana mientras veo un partido de fútbol poco interesante, escuché una entrevista que en principio tenía que ser interesante para mis alumnos, no para mí. La entrevistada dijo «no somos nuestras circunstancias, somos lo que decidimos hacer con ellas». ¡pum! Era momento de tomar de mi propia medicina. Soy lo que decido. Y decido estar en paz. En paz con mis luces y mis sombras, con mi realidad y mi fantasía, con mi debilidad, en paz porque Cristo es mi paz.

«Me Fui – REYMAR PERDOMO (y lo volvería a hacer)

Los hay que migran porque sienten que les falta algo, y esperan encontrarlo al otro lado de la frontera.  Otros migran porque se están quedando sin oxígeno. En cualquier caso dejar atrás lo que uno conoce, ama y le da seguridad es toda una aventura.

«Con mi cabeza llena de dudas, pero me fui» y ¿saben qué? Lo volvería a hacer