En el punto se mira.

Los hijos de pastores hemos estado siempre en el punto de mira, en un pedestal de papel del que todo el mundo opina. Influencers sin quererlo aun en una época pre-internet.  No hay estándares claros sobre lo que es digno de alabar porque cada uno, en el microcosmos de una iglesia, tiene ideas diferentes sobre la que la familia pastoral debería ser. Hay tantas ideas sobre como lo que significa “tener a la familia en sujeción” como teorías sobre la educación infantil. Todo lo que uno dice se usa en contra de toda la familia. Al ser una familia “pública” más de uno se siente en la libertad de opinar sin mucho conocimiento de los que pasa puertas adentro en una casa en el punto de mira de las fuerzas del mal.

Hace tiempo, cuando en un trabajo de investigación me preguntaron por mi experiencia como hija de pastor, conté la anécdota de una boda porque creo que es el epítome de 19 años de ser hija de pastor en un contexto urbano, en iglesias en zona residencial, mayoría profesional.

En ausencia de mis padres me invitaron a una boda en La Antigua Guatemala. Era el año 2001, las bodas en La Antigua empezaban a posicionarse en el imaginario colectivo como el equivalente a la boda perfecta. Era definidamente una señal de cara al público de que las familias tenían éxito, eran algo al alcance de muy pocos. El presupuesto de tan señalado evento era mi presupuesto para los siguientes 4 años. Sin ser una “fashion victim” me preocupaba un poco no desentonar, porque conocía al resto de invitados y sabía que habría mucho atuendo importado de marcas que yo ni conocía. Alguien me había regalo un chal de seda que pensé que era oportuno para la situación, compré un vestido de un color sólido, de corte elegante para disimular que no era caro, y creo que una prima me regaló los zapatos. Pasé 3 o 4 días con la familia del novio, de aquí para allá, viviendo vida de rica, ayudando en los preparativos y dándome cuenta lo fuera que estaba de lugar. Mi presupuesto de setecana no daba para maquillaje profesional, ni para “brunches” a diestra y siniestra, pero allí estaba. Ser la única adolescente extranjera en mi instituto en España, me había enseñado a no bajar la cabeza y sentirme orgullosa de mi piel color caramelo. Me  sentía cómoda en mi “inferioridad” pero sabía que todos sabían que “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Todos sabían que esta allí no por pertenecer a ese grupo exclusivo de gente pudiente, sino por amistad (o como algunos lo llamaban, oportunismo).

Un contrato con letra pequeña.

Había un código no escrito que las familias de pastores y personas que se dedican la ministerio a tiempo completo debían respetar. Estamos hablando de los años 80, 90 y principios de los 2000 en iglesias de clase media/media-alta. Boomers teniendo Millennials en una era pre-internet sobre todo en un ámbito urbano. Otra aclaración muy importante es que hablamos de pastores que dependen 100% de un sueldo nacional, no de pastores que tienen ingresos regulares del extranjero. Hablamos de iglesias de tamaño medio, y línea doctrinal conservadora. Con la Teología de la Prosperidad, los hijos de pastor también prosperan, al menos económicamente y les da cierta ventaja ya que no están en una situación de desventaja en relación a otros chicos y chicas de su iglesia.  

Cómo ser un hijo de pastor/familia pastoral perfecta en 10 simples pasos.

  1. El pastor es un empleado y depende al 100% de la generosidad y recursos de la Iglesia. Trabaja para Dios pero las condiciones laborales vienen dadas por el grupo de ancianos. Los ancianos normalmente gozaban de estabilidad económica, éxito y contaban con el respeto de sus allegados. Ellos deciden cuánto pueden y quieren dar a este trabajador (¿se le podría llamar a esto una relación de patronazgo?). En última instancia el pastor decidió renunciar a cualquier opción de tener dinero una vida cómoda para seguir a su maestro y no tener donde reposar su cabeza. (Sería muy interesante hablar de la relación que tienen los evangélicos con el dinero y de dónde viene esta visión; si es más bien un producto cultural o de su estudio directo de la Biblia, pero aquí sería desviarnos del tema.)

Suele pasar que cuando el sueldo del pastor es evidentemente bajo (y digo evidente porque es de dominio público), un miembro de la congregación con recursos por encima de la media, se convierte en el protector de este pastor y su familia, apoyándolo directamente sin tener como intermediario a la iglesia. Una especie de mecenas que no solo adopta a este pastor y su familia, sino también se convierte en un tipo de aliado. Su prestigio e influencia en la iglesia está relacionado con la fortaleza del liderazgo de su amigo.

En una ocasión tuve que quedarme a la asamblea (¿anual?) de una iglesia donde los conocidos de mis padres eran pastores. Los temas seguramente serían los normales de cualquier iglesia, pero lo que me chocó era cuando llegaron al tema del ajuste de salario del pastor. Un miembro, pequeño empresario, se oponía férreamente al aumento de sueldo porque “5000 Quetzales era demasiado para una familia de 4” en los años 2000 en la capital de Guatemala. Uno de los “traumitas” que tengo como hija de pastor es que no puedo asistir a asambleas de iglesia. He oído de todo, es demasiado estresante para mí, demasiado personal, aún cuando el pastor sea alguien más. Digamos que me cuesta ver el dominio del Espíritu Santo en algunas reacciones y respuestas. He visto ancianos “discutir” con vocabulario como quien acude a un evento de lucha libre.  Debo de aclarar que mis padres fueron un muro protector conmigo. Nunca supe nada, nunca supe con quién tuvieron diferencias, pero a medida que creces empiezas a darte cuenta de las realidades del ministerio y los padres ya no pueden proteger a sus pollitos. Si un padre no puede ver sufrir a un hijo, un hijo también siente impotencia al ver sufrir a su padre.

  1. La familia pastoral debe mostrar siempre gratitud por toda muestra material de cariño. Sea o no sea de su agrado porque lo que cuenta es la intención. Sea con cosas nuevas o cosas que evidentemente ya no sirven, pero siempre sonrientes. Porque la sonrisa es sinónimo de una vida controlada por el Espíritu Santo. El principio de la gratitud no está en entredicho, pero algunas veces en esta “generosidad” se vulnera la dignidad del que recibe. A veces se regala desde el sentimiento de superioridad y no desde el cariño y gratitud.  
  2. Los hijos de pastor deben exhibir un nivel de conocimiento bíblico por encima del 100% de sus contemporáneos, esto incluye historias bíblicas, versículos memorizados, canciones, historias misioneras y campeones en la tribias bíblicas.
  3. Los hijos de pastor deben ser ejemplo en amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Los hijos de pastores no son discípulos en proceso, deben ser un producto listo para ser expuesto y no avergonzar a sus padres. Los hijos de pastor no se enojan, no pelean con sus hermanos. Ponen siempre atención a la predicación sin distraerse con sus amigos y amigas.
  4. Los hijos de pastor deben tener la energía o el sosiego de un señor de 40 años para no andar corriendo por los pasillos, la sonrisa de un niño de 7 y la disposición para ayudar digna del empleado del mes en un restaurante.
  5. Las niñas deben ser femeninas, gustarle los bebés y ayudar en escuela dominical. Los niños deben tener cierta elocuencia, ayudar en la música o con el equipo audiovisual, y por nada del mundo ser enamoradizos. Siempre en control de sus hormonas y necesidades afectivas.
  6. Los hijos de pastor son el comité de bienvenida e integración para los niños que llegan por primera vez. Su trabajo es vital para favorecer que la familia que llega por primera vez a la iglesia se quede. Estas habilidades, mal llamadas blandas, resultarán muy útiles en el futuro. No todo es negativo.
  7. En cuanto a la moda, no deben incitar con su estilo a una estética impopular sobre todo por el grupo de líderes. Su ropa y accesorios deben ser discretos para evitar que otros los tomen como excusa para adoptar un estilo que sus padres reprueban. En otras palabras, deben ser el hijo ideal que cualquier familia de la iglesia querría tener, que en la comparación siempre salga ganando.

9 Cuando salen al campo misionero deben hacerlo con alegría, y si los padres son apartados del ministerio deben sanar solos porque son los grandes olvidados de la catástrofe moral que es el adulterio. ¿Y si son ellos los que cometen adulterio? Entonces allí si tienen padres que los regañen, porque después de todo, ahora que han sido apartados del pastorado, ahora sí tendrán tiempo para ellos.

  1. La soledad, que lamentablemente es común  entre los pastores y líderes cristianos, también la padecen sus hijos. No hay nadie en su entorno que esté en su situación. El resto de sus amigos en su iglesia no están bajo el escrutinio de personas ajenas a su familia. La dinámica familiar es un poco diferente en la casa del pastor, los horarios también. No suelen quedarse mucho tiempo en una iglesia, son nómadas eclesiásticos, cada cierto tiempo están en un lugar nuevo. No suelen tener contacto con otros hijos de pastor. A menudo les falta un mentor. Crecen sin referentes, sin modelos a seguir. Crecen sabiendo que hay personas que se sienten con el derecho de disponer del tiempo de sus padres, no compartirlos sería egoísta y el egoísmo es pecado.

 

No es de extrañar que algunos no haya vuelto a poner un pie en la iglesia, o que no hayan seguido los pasos de sus padres. Salir “normal” cuenta como éxito.

Mi deseo para esos niños y niñas es que aprenderse los versículos de memoria en la escuela dominical haya sido por iniciativa propia y no por imposición o por necesidad de apantallar. Que el fruto del Espíritu se vuelva tan atractivo porque queremos reflejar al Padre y no por miedo a las consecuencias de no hacerlo. Que no se sientan solos porque ellos también son parte de la iglesia y Dios puso personas en ella equipadas con dones y talentos para animarnos al amor y las buenas obras.

 

La ley del péndulo

No es propio de la naturaleza humana mantener el equilibrio, no es de extrañar entonces que el papel y las condiciones de los hijos de pastor haya cambiado para la Generación Z. La mitad de lo que veo en las redes sociales de los hijos de pastor ahora… digamos que puedo sentir la mirada disuasoria de mi madre.

En cuanto a moda, hay poca o ninguna diferencia con el resto de chicos de la iglesia. La apariencia es muy importante porque se ha vuelto un democratizador de estatus. No pueden evitar ser hijos de pastor, pero sí pueden evitar verse como hijo de pastor. Son más dados a las artes libres, emprendimientos y trabajos sin estabilidad laboral como ser YouTuber o tener un podcast.

Tienen acceso a tecnología de punta y como todo centennial, a una plataforma virtual sin precedentes en la historia de la humanidad para encontrar a los que se identifican con su historia y crear comunidad. Estas plataformas potencian su creatividad porque hay menos limitaciones y más fuentes de inspiración y personas de referencia. Los modelos y referentes son casi los mismos para todos, el único requisito es identificarte con la narrativa de este influencer. Nunca “pertenecer” a un grupo ha sido tan fácil.

Tengo la impresión de que gozan de cierto prestigio. Si trabajan bien su imagen, pueden ser cool sin tener que recurrir al apellido de sus padres, aunque un nombre conocido abre y abrirá las puertas más rápido que el anonimato. Creo que el Internet ha venido a igualar o estandarizar la vida de estos chicos que décadas atrás dependían única y exclusivamente de las experiencias que su familia podía proveerles. Les ha provisto de un lenguaje común donde solo importa si interactúas con el contenido que marca tendencia. Las expectativas que hay sobre ellos tienen que ver más bien con el éxito, entendido como lo que puede medirse con números (salario, eventos que organizan o a los que son invitados, seguidores, viajes, etc).

Se dice que los centennials son una generación más tolerante. Esta tolerancia podría jugar a favor de los hijos de pastor en el sentido de que su falta de perfección ya no ofende, sino que es aplaudida. Se busca la autenticidad y la vulnerabilidad, dejando atrás el afán de apariencias perfectas de los boomers criando a sus hijos. Por supuesto que esa tolerancia a la imperfección es relativa, pero ese es otro tema.

 

Cada generación es responsable de reflejar a Cristo en su momento histórico, no proyectar mi contexto en mi percepción de Cristo. Todos somos llamados a ser santos como nuestro Padre es santo. No existe una santidad extra para los hijos de pastor. Todos formamos parte de este cuerpo que es la Iglesia, estamos llamados a incluir, conectar y desarrollar todos los miembros del cuerpo. Porque si uno sufre, todos sufrimos con él.  

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