Esto no me trae gozo.

Gozo, equilibrio, perfección, orden, belleza. Deseos tan humanos como inalcanzables. Al alcance de los mortales está el caos, lo asimétrico, un viaje en compañía de seres imperfectos, cambiantes y caóticos. Un viaje en el que nadie puede relajarse ni asumir conocimiento absoluto, sólo el reconocimiento del aprendizaje constante.

Las circunstancias perfectas, el nivel de energía adecuado para empezar un proyecto. La vida perfecta, la compañía perfecta para nuevas aventuras. La vida se nos pasa esperando la redención de nuestra melancolía hacia la luz, ese estado en el que la perfección sea estable y duradera.

¿Y si la belleza existe en el proceso? ¿la aventura consiste en el camino y no necesariamente en el destino? ¿Y si la melancolía sí es un estado de ánimo altamente productivo y creativo?

Todo lo hizo hermoso en su tiempo porque todo tiene su tiempo.

Una canción

A veces no pasa nada. El mar sigue calma, las aguas no se abren, no se abren nuevos caminos. El cielo guarda silencio, no hay coros de ángeles anunciando salvación. El frío de la noche puede ser la calma antes de la tormenta o la antesala de un nuevo día. Pero siempre hay una canción. Esta es la mía hoy.

«Cantaré yo a Jehová,
porque se ha cubierto de gloria;
ha echado en el mar al caballo y al jinete.
Jehová es mi fortaleza y mi cántico.
Ha sido mi salvación.
Éste es mi Dios, a quien yo alabaré;
el Dios de mi padre, a quien yo enalteceré. ¿Quién como tú, Jehová, entre los dioses?
¿Quién como tú, magnífico en santidad,
terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios? ¡Jehová reinará eternamente y para siempre!»

Un elefante en el pecho

Hace mucho leí lo que para mí es la mejor descripción sobre la depresión: sentir que tienes un elefante sentado en el pecho. La DW en español tiene documental sobre la depresión titulado «Cansancio de vivir». Yo lo veo más bien como una nube, una sola, con diferentes tonos de gris, desde el gris marengo hasta el gris tornado. Esta nube flota sobre la cabeza de su humano, de modo que si este levanta la mirada al cielo ve su nube, y depende del color de su nube así interpreta su entorno. Si la nube está de un gris claro, entonces se puede intuir el sol; si la nube está oscura, tipo «está a punto de caer un señor aguacero en país tropical», solo queda resignarse y no hay sol en el universo que nos convenza de lo contrario. Hay nubes y nubes. Cómo tenía que ser la nube de Verónica Forqué, la actriz española a la que encontraron muerta en su casa, para que decidiera marcharse antes de tiempo. Cómo tenía que ser su nube para que aceptara participar en un reality show sabiendo que no estaba bien. El instinto de conservación normalmente dice «escóndete», no «exponte».

Entre rotos nos detectamos y nos entendemos unos a otros. Dios los crea y el diablo los junta. Pero los odiadores (haters)… ¿de dónde salen? ¿Hundir por el placer de hundir? ¿Qué virtud hay en ello? (efectivamente, un poco de estoicismo) ¿Habrá algún tratamiento para dejar de opinar con tanto ímpetu? (¿Algo de filosofía estoica?) ¿Y para dejar de mirar al mundo a través del color de la nube sobre mi cabeza? ¿Y para las ganas de dejar de luchar?

Mientras tanto… Mientras tanto
Gocemos mientras tanto
Gastemos los pulmones en la ducha
Cantando desafinados (Tommy Torres)

Feliz Navidad, o lo que sea

Los dioses olímpicos

Pensando en Simone Biles… que una chiquita como ella lleve el peso del mundo sobre sus hombros y que tenga que hacerlo con una sonrisa y sin rechistar me parece… cruel. Del orgullo de representar a tu país al pánico que decepcionar a millones de personas. La misma masa colectiva e impersonal que eleva, tiene el poder de hundir. El alma humana no fue hecha para eso. Hace unos minutos un comentarista alemán dijo de otra chica, Sunisa Lee, que es la nueva Simone Biles. A rey muerto, rey puesto. Tras la retirada de Biles, la prensa brasileña especula, ¿y si nuestra Rebeca Andrade tiene opciones de medalla? Y es que ¿quién no quiere ver a uno de los suyos en lo más alto? Admirar sin adorar, abrazar sin asfixiar, animar sin exigir.
Parece que como sociedad necesitamos modelos que nos muestren la diferencia lo admirable y lo condenable. Y no importa si las personas están listas para la fama y adoración,  lo importante es que tengamos a alguien en el pedestal para poder admirar. 

Si Biles, Andrade o Lee fueran algo mío, o tuviera algún tipo de influencia, les diría: «lo que sea que hagas hazlo por ti, porque puedes, tienes los recursos, la habilidad y te hace crecer como persona porque te reta. Y si de paso tu trabajo emociona e inspira a otros, perfecto». En este caso, el orden de los factores sí alteran el producto.

¿Y si el único que puede llevar el peso del mundo sobre sus hombros sin romperse ni corromperse, fuera Cristo? Escuchando una entrevista este lunes de Alisa Childers a John Cooper y Jeremy Camp, Jeremy, acertado como suele serlo, dijo «Jesús dijo «sígueme», no dijo sigan a mis discípulos». Supongo que hay varias razones para ello. No estamos hechos de material resistente a la corrupción. Perdemos el norte muy rápido. Un par de cumplidos y nos venimos arriba.

Puestos los ojos en Cristo, el autor y consumidor de la fe.

Al momento de escribir esta entrada Susina Lee y Rebeca Andrade todavía no habían ganado las medallas de oro y plata respectivamente. Andrade se convierte en la primera medallista sudamericana en gimnasia (si le entendí correctamente al comentarista alemán).

Anestesia para el alma

Hace unos días en una galaxia lejana las familias se reunieron para agradecer por lo que ya tenían, pero en cuestión de horas la gratitud se tornó en afán desmedido por adquirir cosas nuevas (5 mil millones de dólares sólo en compras en linea en 24 horas). Me pregunto, si fuera posible comprar remiendos para el alma ¿los compraríamos con tanta avidez? o ¿es sólo lo que se ve lo que provoca tanta euforia?

Llamaremos voces a todo aquello o aquellos que no dudan en dar su opinión sobre… nuestra vida.  Hay mucho tipos de voces, las hay que sutilmente prometen felicidad y autoestima a un precio asequible.  Las hay que te dicen lo que ellos creen que tú quieres oír, suenan algo así: «vas a conseguir lo que tú quieras», o «te vas a casar con un hombre rico, guapo y que esté loquito por ti». Las hay que prometen un subidón de adrenalina, otras en cambio ofrecen seguridad y protección.  Otras ofrecen distinción, otras validación, y así una larga lista de promesas.  Pero en definitiva todas vienen a decir lo mismo: «te falta algo, pero tranquilo, esto se arregla con una pequeña aportación de tu parte y listo, estarás completo».  El caso es que llevamos comprando en estas rebajas espirituales desde hace siglos, y nos siguen engañando.

Llevamos repitiendo la misma historia desde Génesis 3, cuando Eva, la madre de todos los vivientes prefirió creer que el Creador le estaba privando de algo, y ella quiso conseguirlo costara lo que costó.  Desde ese entonces compramos anestesia en pequeñas dosis, que nos ayudan a olvidar que estamos incompletos. Desde ese entonces escuchamos y damos crédito a todas esas voces que nos dicen que podemos arreglar ese vacío sin necesidad de acudir al que nos diseñó.  ¿Y qué compramos? maquillaje para el alma.  Maquillaje que nos ayuda a aparentar que todo está bien, que hemos encontrado la fuente de la realización plena, y todo esto porque no estamos dispuestos a pasar por el doloroso pero necesario proceso de transformación que nos puede devolver eso que carecemos.  Vivimos postergando esa cirugía mayor a base de ibuprofeno.

Vestíos con la verdad, porque sólo la verdad os hará libres.