Una canción

A veces no pasa nada. El mar sigue calma, las aguas no se abren, no se abren nuevos caminos. El cielo guarda silencio, no hay coros de ángeles anunciando salvación. El frío de la noche puede ser la calma antes de la tormenta o la antesala de un nuevo día. Pero siempre hay una canción. Esta es la mía hoy.

«Cantaré yo a Jehová,
porque se ha cubierto de gloria;
ha echado en el mar al caballo y al jinete.
Jehová es mi fortaleza y mi cántico.
Ha sido mi salvación.
Éste es mi Dios, a quien yo alabaré;
el Dios de mi padre, a quien yo enalteceré. ¿Quién como tú, Jehová, entre los dioses?
¿Quién como tú, magnífico en santidad,
terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios? ¡Jehová reinará eternamente y para siempre!»

Un elefante en el pecho

Hace mucho leí lo que para mí es la mejor descripción sobre la depresión: sentir que tienes un elefante sentado en el pecho. La DW en español tiene documental sobre la depresión titulado «Cansancio de vivir». Yo lo veo más bien como una nube, una sola, con diferentes tonos de gris, desde el gris marengo hasta el gris tornado. Esta nube flota sobre la cabeza de su humano, de modo que si este levanta la mirada al cielo ve su nube, y depende del color de su nube así interpreta su entorno. Si la nube está de un gris claro, entonces se puede intuir el sol; si la nube está oscura, tipo «está a punto de caer un señor aguacero en país tropical», solo queda resignarse y no hay sol en el universo que nos convenza de lo contrario. Hay nubes y nubes. Cómo tenía que ser la nube de Verónica Forqué, la actriz española a la que encontraron muerta en su casa, para que decidiera marcharse antes de tiempo. Cómo tenía que ser su nube para que aceptara participar en un reality show sabiendo que no estaba bien. El instinto de conservación normalmente dice «escóndete», no «exponte».

Entre rotos nos detectamos y nos entendemos unos a otros. Dios los crea y el diablo los junta. Pero los odiadores (haters)… ¿de dónde salen? ¿Hundir por el placer de hundir? ¿Qué virtud hay en ello? (efectivamente, un poco de estoicismo) ¿Habrá algún tratamiento para dejar de opinar con tanto ímpetu? (¿Algo de filosofía estoica?) ¿Y para dejar de mirar al mundo a través del color de la nube sobre mi cabeza? ¿Y para las ganas de dejar de luchar?

Mientras tanto… Mientras tanto
Gocemos mientras tanto
Gastemos los pulmones en la ducha
Cantando desafinados (Tommy Torres)

Feliz Navidad, o lo que sea

Los dioses olímpicos

Pensando en Simone Biles… que una chiquita como ella lleve el peso del mundo sobre sus hombros y que tenga que hacerlo con una sonrisa y sin rechistar me parece… cruel. Del orgullo de representar a tu país al pánico que decepcionar a millones de personas. La misma masa colectiva e impersonal que eleva, tiene el poder de hundir. El alma humana no fue hecha para eso. Hace unos minutos un comentarista alemán dijo de otra chica, Sunisa Lee, que es la nueva Simone Biles. A rey muerto, rey puesto. Tras la retirada de Biles, la prensa brasileña especula, ¿y si nuestra Rebeca Andrade tiene opciones de medalla? Y es que ¿quién no quiere ver a uno de los suyos en lo más alto? Admirar sin adorar, abrazar sin asfixiar, animar sin exigir.
Parece que como sociedad necesitamos modelos que nos muestren la diferencia lo admirable y lo condenable. Y no importa si las personas están listas para la fama y adoración,  lo importante es que tengamos a alguien en el pedestal para poder admirar. 

Si Biles, Andrade o Lee fueran algo mío, o tuviera algún tipo de influencia, les diría: «lo que sea que hagas hazlo por ti, porque puedes, tienes los recursos, la habilidad y te hace crecer como persona porque te reta. Y si de paso tu trabajo emociona e inspira a otros, perfecto». En este caso, el orden de los factores sí alteran el producto.

¿Y si el único que puede llevar el peso del mundo sobre sus hombros sin romperse ni corromperse, fuera Cristo? Escuchando una entrevista este lunes de Alisa Childers a John Cooper y Jeremy Camp, Jeremy, acertado como suele serlo, dijo «Jesús dijo «sígueme», no dijo sigan a mis discípulos». Supongo que hay varias razones para ello. No estamos hechos de material resistente a la corrupción. Perdemos el norte muy rápido. Un par de cumplidos y nos venimos arriba.

Puestos los ojos en Cristo, el autor y consumidor de la fe.

Al momento de escribir esta entrada Susina Lee y Rebeca Andrade todavía no habían ganado las medallas de oro y plata respectivamente. Andrade se convierte en la primera medallista sudamericana en gimnasia (si le entendí correctamente al comentarista alemán).