Clientes, jefes, colegas y otras relaciones interpersonales.

¿Y si el mejor consejo sobre negocios ya ha sido dado? ¿Y si el mejor discurso sobre atención al cliente ya ha sido dicho?¿ Y si el mejor manual sobre recursos humanos se pudiera resumir en una linea? ¿Y si ese principio, conciso pero profundo, aplicara a todas las relaciones interpersonales?

Trata a los demás como quieres que te traten a ti.

¿No se reducirían los chismes en el lugar de trabajo? ¿No se buscaría la colaboración en lugar de la manipulación? ¿No se fomentaría la confianza entre proveedor y cliente porque los dos buscan el beneficio común? ¿No tratarían los gerentes y directores de empresas con más dignidad y transparencia a sus empleados, porque ellos mismos son empleados de alguien más? ¿No se lucharía con uñas y dientes por la fidelidad en el matrimonio? ¿No se apoyaría más a las minorías en la sociedad? ¿No se defenderían los derechos de los que no tienen voz? ¿No pensaríamos en las consecuencias de nuestras palabras antes de hablar? ¿No reformaríamos nuestro estilo de vida si este destruye la vida de otras personas al otro lado del mundo? ¿No se acabaría la corrupción de unos y la pasividad ante la corrupción de otros? ¿No amaríamos de forma más activa y no tan pasiva?

Trata a los demás como quieres que te traten a ti.

O dicho de otra manera, si te gusta la idea de justicia, practícala tú primero.  Si te repulsa la idea de que alguien se aproveche de ti sexualmente, defiende la pureza.  Si no quieres que tu honor sea mancillado, no difames. Si no quieres que se aprovechen del fruto de tu trabajo, no te aproveches de nadie y no apoyes a los que lo hacen.

Trata a los demás como quieres que te traten a ti. Esta es la regla de oro de las relaciones interpersonales.

 

Aprende otro idioma decían, será divertido, decían…

Título original: Los que nunca aprenderán otro idoma (parte 2)

Nadie nace sabiendo, dice mi madre. Los niños pequeños lo saben, y por eso tienen esa curiosidad tan grande por descubrir el mundo, pero a medida que aprendemos cuatro cosas, creemos que lo sabemos todo y nuestras flexibles y absorbentes mentes infantiles se endurecen como piedra.

Otro factor que causa frustración, especialmente entre aquellos que estudian en grupo, es ver que el que se sienta al lado tuyo no sólo entiende más rápido sino que pronuncia mejor que tú. Esto es especialmente duro para las personas perfeccionistas y competitivas.  Así que tienes dos opciones:  1. hacerte su amigo para que te traduzca lo que el maestro dice o 2. dejar que la envidia te corroa secretamente y compararte con él o con ella por el resto del curso. La opción número uno es la mejor para todos.  Para los maestros porque evita el mal ambiente en la clase, para el resto de la clase porque se asegura una doble explicación de lo que pasa en el aula, pero sobre todo para el alumno aventajado, porque al explicar o traducir a sus compañeros ejercita y pone a prueba sus conocimientos.

La envidia nace de la comparación maliciosa, de ese deseo de ser como el compañero, deseo que tener las habilidades del otro.  Y aunque sabemos que compararnos con los demás sólo nos causará dolor (y no agilizará para nada el proceso de aprendizaje), lo hacemos sin darnos cuenta.  Los que se sobreponen a la frustración de encontrar a alguien que hable mejor, con mejor acento y menos errores, tiene más posibilidades de hablar idiomas. Los que se sobreponen a la frustración de ser corregidos constantemente y no se rinden son los que no sólo podrán comunicarse con más eficiencia y libertad.

Recuerdo una niña en una de mis clases de inglés.  La esencia de la envidia personificada.  No soportaba que ningún otro fuera mejor que ella, y si alguien osaba a serlo, el berrinche estaba garantizado. Quizás esta pequeña sólo sea el reflejo del mundo que la rodea. Un mundo en el que cada día tenemos menos tolerancia a la frustración.

Mi trabajo como maestra es proporcionar seguridad a aquellos que aprenden más lento, porque sé por experiencia propia, que ser lento no es sinónimo de ser tonto, sólo necesitamos un poco más de tiempo y empatía. Quizás mis alumnos necesiten recordar que cada uno tiene su tiempo y su modo de aprender y que cada uno es maravillosamente diferente. Algunos aprenden maravillosamente rápido, y otros maravillosamente despacio.