Ernesto Sirolli

Este es uno de mis Teds favoritos.  Habla sobre la necesidad de escuchar antes hacer propuestas, sobre la necesidad de ser humildes y preguntar antes de salvar el mundo (es un poco lo que traté en mi último post: Seminario de comunicación intercultural) y sobre los jóvenes hoy, esta maravillosa generación que puede cambiar el mundo cambiar el mundo (post «la próxima generación»)

El Ted está en inglés, sin subtítulos, lo siento. Aún así, espero que lo disfrutéis tanto como yo 😉

La próxima generación

Tengo dos alumnos adolescentes.  Con ellos lo que hago es repaso y aclaración de los temas que no quedan claros en clase. Me gusta hacerles preguntas sobre sus institutos, cómo son las clases, cómo les va a sus compañeros, ellos son, por así decirlo, mi termómetro de la sociedad.

Uno de ellos es una chica preciosa, de 15 años, de aspecto un poco desaliñado, pero se toma sus estudios muy enserio. Ella es para mí un recordatorio de que esa generación, la que me pisa los talones, saldrá de la universidad muy bien preparada. A nivel de idiomas, que es lo que más me interesa, ella a los 18 hablará alemán (lengua materna), inglés, francés y español (nivel B1-B2).  Lo que para ella es normal, para mí es una hazaña que conseguí a los… 33 años!!!  Que privilegio tan grande tienen ellos, y que responsabilidad al mismo tiempo.  Esto me ha dejado pensando que la educación no sólo es conocimientos aleatorios, sino tiempo.  Cuanto antes aprendas algo, más tiempo tienes para otras cosas, como adquirir experiencia. Comparada con mis padres, yo he conseguido más que ellos en menos tiempo, pero comparado con la próxima generación, y como dice el dicho, me va a llevar el río si no me actualizo.

El otro, es un chico muy dulce, en realidad lo único que he tenido que hacer con él es ayudarle a sentirse seguro de sí mismo.  Es verdad que tiene problemas de base, ha estado construyendo sobre una base defectuosa, y el precio ha sido la frustración. Pero más que repasar gramática, le he dejado expresar su frustración.  Una vez fuera esa frustración acumulada, su mente está lista para re aprender.  Sólo necesitaba tiempo (tiempo que a veces en las escuelas públicas no hay, porque el currículo es muy ambicioso) y un par de ejercicios tontos que le hicieran reír, y listo, ya puede disfrutar del verano.  Ambos chicos son hijos únicos, de familias de clase media.  Tienen todos los recursos a su disposición, viven en una sociedad privilegiada, pero también tienen sobre sus hombros una pesada carga de expectativas que no sé si están emocionalmente preparados para llevar.

Según mis termómetros, la próxima generación estará increíblemente preparada, pero algo insegura de sí misma.  Quizás un poco estresada, necesitarán alguien que les vuelva hacer reír.

De regreso a la escuela

Las vacaciones escolares están a la vuelta de la esquina.  Las piscinas municipales están llenas por las tardes.  Los escolares, las familias y los amantes del calor aprovechan cada rayo de sol para tomar algo de «color».  El tema de las vacaciones es un buen tema de conversación en clase, todos hablan con entusiasmo sobreponiéndose al cansancio. Sin embargo para mí este año, no sólo no tendré vacaciones en los próximos meses, sino que he decidido volver a la escuela para perfeccionar el alemán.  Aún no estoy segura si lamentaré haberme inscrito en un curso de alemán los fines de semana de… prácticamente todo el verano.  No piscina, no terrazas, no cine de verano.  Ese es el panorama para las próximas semanas y yo lo decidí, no sé si en un arranque de productividad e interés en mi futuro o fruto de un mal día.

El caso es que el viernes comienzo mi octavo curso de alemán.  Y aunque cada me convenzo más de que nunca llegaré a dominar este idioma, al menos lo intento.  Creo que nunca había invertido tanto tiempo ni dinero en algo que ha dado tan pocos resultados, pero la perfeccionista en mí no me deja abandonar.  Mi madre dice «si crees que la educación cuesta, la ignorancia cuesta más». Por supuesto que la educación es un sacrificio. Sacrificas dinero que podrías utilizar en cosas que brindan satisfacción inmediata, sacrificas tiempo que podrías usar en muchas cosas válidas y legítimas, sacrificas un poco a familiares, amigos y otras relaciones importantes, sacrificas energías, porque al final de la semana (honestamente) lo último que quieres saber es de los verbos que van en dativo o en acusativo. Pero la ignorancia es una ladrona de oportunidades, sueños y futuro.

Vengo de una familia de recursos limitados, pero mis padres me enseñaron que cuando se trata de aprender, si se tiene la posibilidad, no hay que escatimar esfuerzos. Ellos me enseñaron que no estudiar algo en el presente, si tengo los medios y el tiempo, me robará el futuro.  Me enseñaron a no estudiar para el momento, sino para la vida.  La ley del mínimo esfuerzo estaba penada en casa.  Mis padres me enseñaron a no conformarme sin importar qué tanto haya conseguido en el pasado.  (Fil. 3:13-14)

Después de un año de pausa desde mi último curso, la semana pasada asistí por primera vez a un seminario para maestros.  En realidad me inscribí en este curso por pura insistencia de una colega, y por supuesto que no tenía ganas de pasar un sábado entero en un seminario de 8 horas intentando entender y darme a entender.  La experiencia fue positiva en todos los aspectos. Mi últimamente maltrecha autoestima salió reforzada, aparentemente no soy tan tonta como me sentía, pero de lo que más satisfecha estoy, es de no haber dejado al miedo y a la pereza ganar esta batalla.  Así que aquí voy otra vez, de regreso a la escuela, porque no quiero lamentar en el futuro esta oportunidad de oro que me es dada. Y aunque no sé cómo utilizaré esto en el futuro, al menos en el presente, decir que hablo alemán (más o menos), queda muy bonito en mi currículo.

«Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas» (Ec. 9.10)

Pd. Aún me quedan las tardes de los sábados libres, me gusta estudiar, pero no hay que exagerar.