Un libro oscuro vs una historia de amor y redención

Después de algunos meses hurgando en el oscuro libro de «Jueces» he llegado a la conclusión de que el libro de Rut me encanta. Caleb se instaló en mi corazón, Débora y Jael se ganaron mi respeto y admiración pero a partir de allí todo va de lo absurdo a lo surrealista. Por eso necesitaba poner fin a 5 meses de estudio con una nota positiva, algo que solo podía hacer Rut. Ha sido como si el Padre me dijera: «en 21 capítulos (Jueces) te voy a explicar lo que pasa cuando confías en tu propio entendimiento y te fías de lo que a tus ojos es correcto. Pero me bastan 4 capítulos (Rut) para que veas lo que yo hago con los que se atreven a confiar en mí. Míralo con tus propios ojos».

Y eso hice.

Un día especial

Si tuviera que definir este año en una palabra diría «incertidumbre». Ha sido un año de paz tensa. Empecé el año con la noticia de que perdería un tercio de mis ingresos durante el primer trimestre, situación que se alargó al resto del año. No soy una persona de naturaleza proactiva pero tenía que hacer algo y durante meses toqué puertas que no se abrieron. Una y otra vez recibí ese email que empieza más o menos así: «muchas gracias por si interés en nuestra empresa pero no podemos elegirla…» (así suena la traducción literal). La pregunta que sonaba en mi cabeza cada vez con más amargura era ¿de qué sirve ser buena en lo que haces, hacer que todos estén contentos con tu trabajo, seguir tu formación como maestra, si al final no puedes pagar tus cosas? En Julio exploté, decidí que era dejaría de ser una ilusa con sueños y viviría una vida de bajo perfil. Buscaría algo que pagara las facturas, y me sentaría a esperar el día de mi muerte. (Le di gracias a Dios por vivir sola, el nivel de frustración que se respiraba en mi sótano era tóxico hasta para mis plantas, cualquier ser humano habría salido corriendo)

Estaba estancada, estaba claro. Pero también soy olvidadiza, y eso es perfecto, porque muy menudo se me olvida que me siento frustrada y estancada. Se me olvida debo ser realista y que no debo esperar lo mejor, hasta que me toca apagar algún fuego y vuelta a empezar. Pasar por este ciclo dos o más veces al mes durante un año es agotador, y así es como me siento, agotada. Pero a veces también se me olvida que estoy agotada.

En Julio me invitaron a trabajar con una ong, como voluntaria, por supuesto. Empecé el proceso de preparación sabiendo que era lo correcto aunque siempre con una excusa en mente por si tenía que emprender la retirada. En octubre, cuando estaba a punto de empezar, pensé posponer la fecha de inicio hasta que lograra algo más de estabilidad. Un domingo, y de una forma muy extraña pero evidente, un pensamiento se instaló en mi cabeza: «si vas a esperar a que tu vida sea perfecta para hacer lo correcto, nunca harás nada». Soy el tipo de persona que no huye de lo nuevo, me meto en líos por eso, pero esta vez era algo mucho más demandante. Más o menos al mismo tiempo una de las escuelas donde trabajo me ofreció un puesto (temporal) en recursos humanos. Precisamente esa oferta vino cuando empezaba a descubrir ese mundillo. Me pareció interesante, parece que es un camino que lleva a «algo más», ese «algo más» que no termina de llegar y tampoco sé que aspecto tiene. No sé si es fé o estupidez, el tiempo lo dirá.

Hoy por fin firmé el contrato para esa sustitución que me obliga a mejorar mi alemán. Desde hoy soy voluntaria oficial de esta ong, formo parte de un equipo y soy el punto exótico que habla español. Hoy terminé de pagarle al César lo que es suyo. Hoy, después de mucho tiempo, puedo volver a invertir en mí misma y aprender cosas nuevas y necesarias. No es un deseo, es una realidad. Hoy ha sido un buen día.

¿Qué pasará en el 2019? No lo sé, gracias a Dios no estoy en el comité organizador. Pero mi Padre celestial sí.

Al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios. A él sea la gloria por los siglos de los siglos.

Sólo quiero ser tu amiga

Este no es un post sobre relaciones románticas fallidas. Se trata de amistades que salvan la vida.  No tiene nada que ver con la famosa «friendzone» a la que he mandado y me han mandado a mí también.  Se trata de ofrecer una amistad sincera con personas «invisibles», personas que mi radar no detecta, pero cuyas vidas son de alta estima a los ojos del Creador.

En una amistad no soy la que suele dar el primer paso, excepto si es por trabajo, entonces podría armarme de valor y decir «hola». Y aunque mi naturaleza se siente cómoda en un avión al lado de un extraño y durante 11 horas no intercambiar ni una palabra, esta vez yo tomaré la iniciativa. He empezado un proceso que incluye algunos cursos de preparación, porque sé muy poco sobre las circunstancias de mis futuras nuevas amigas y  porque el tiempo que tengo con ellas será limitado y quiero ser lo más efectiva posible. He empezado este proceso aunque no sé si soy la persona adecuada para esto.

He aceptado el reto por tres razones. 1. Si el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, convivió con nuestra miseria y pobreza, y nos llamó sus amigos, por el Espíritu me fue dado, yo también puedo. Puedo ir a donde nadie quiere ir y abrazar a mujeres que en el fondo no son tan diferentes a mí. 2. Aunque no soy la que suele dar el primer paso, si sé como ser una buena amiga (note que he dicho que sé como serlo, no que siempre lo sea). Mi oración es que mi amistad le cambie la vida a alguien. 3. La tercera es una combinación de las dos anteriores: gratitud. Gratitud porque no hay nada en mí que me haga merecedora de mi vida como lo es ahora.  Gratitud porque aunque he tenido (tengo y tendré) temporadas malas y he perdido toda esperanza de llegar a buen puerto, la mano del Señor nunca me ha dejado a la deriva.  La esperanza es algo crece cuando se comparte.  Más bienaventurado es dar que recibir.

Ver también: ¿Cuánto cuesta salvar un alma?

«Hubo en los días de Herodes…»

La historia de la navidad no podía empezar con una mejor descripción: Herodes. «Hubo en los días de Herodes» es la síntesis perfecta de la desesperación y angustia de un pueblo que veía como imperios iban y venían, pero Dios no rompía su silencio.  Durante siglos no se encontraba en aquella región profeta que diera un mensaje de esperanza.  Incluso en la cautividad en Babilonia Dios encargó a sus profetas alentar a su pueblo con mensajes de consuelo.  Ya nadie decía «consolad a mi pueblo».  Las promesas de un pastor que apacentara a su gente parecían más muertas que nunca.  Todo lo que se podía ver y oír era armaduras de soldados extranjeros, intentos de subversión eficazmente aplastados y desconsuelo. Y así pasaron 400 años.

En este período tan oscuro, política, económica y socialmente, este personaje cruel, padre de intrigas se sienta en el trono.  Herodes, un hombre al que sólo le importaba el poder, estuvo siempre presto a aplastar todo aquello que amenazara su reino.  No le tembló la mano para matar a los de su propia sangre para asegurarse el trono.  Su astucia le permitió servir y complacer a Roma y al mismo tiempo alimentar a su bien nutrido ego.  A pesar de eso, nada impidió a un grupo pequeño, ese remanente fiel, alimentar la llama de su fe contra todo pronóstico.  Pero después de todo eso es la fe, creer que la luz vendrá aún cuando falte mucho para el amanecer.

Y este grupo de fieles tan dispar como devoto, vio su fe recompensada al ver al hijo de Dios con sus propios ojos.  La luz del mundo fue revelada a una chica adolescente sospechosa de adulterio, un carpintero que cargaba con un hijo que no era suyo, una mujer que durante años padeció la deshonra de su esterilidad, unos pobres y solitarios pastores, unos gentiles adinerados de oriente y dos ancianos que servían en el templo y posiblemente murieron poco tiempo después.  La fe nada tiene que ver con razas, posición económica o preparación académica.  Seguramente los magos de oriente regresaron después a su rutina, pero sus corazones habían cambiando para siempre, porque el objeto de su fe ya no eran las estrellas que estudiaban, sino el creador de las estrellas encarnado en un niño pequeño. La vida de José ,María y los pastores cambió para siempre, pero ese niñito era el recordatorio de que Dios cumple sus promesas, aún en los tiempos más oscuros.  Simeón y Ana dejaron esta tierra con gozo, porque la salvación para su pueblo y para toda la humanidad estaba muy cerca.

Eso es la navidad, la esperanza renovada de que a pesar de vivir otra vez los tiempos de Herodes, nuestro mayor problema, el pecado, ya ha sido solucionado en la cruz.  Esperanza en que Dios cumple sus promesas, siempre lo ha hecho y siempre lo hará.  Esperanza porque los silencios de Dios no son ausencia, son períodos de trabajo silencioso.  Esperanza en una restauración final, que aunque falte mucho tiempo, estamos un año más cerca de ella.

Feliz Navidad.