No soy lo que parezco y otros crímenes medioambientales

El cambio de temporada, invierno primavera, es la oportunidad perfecta para darse cuenta de la cantidad de prendas que han vivido estos últimos cuatro meses sin que yo las echara de menos.  Es como una relación disfuncional, yo no las necesito, ellas no me buscan pero no ponemos fin a nuestra “no” relación.

Las preguntas son las misma todos los años: ¿en qué estaba pensando cuando acepté o compré toda esta ropa? Y ¿a dónde va a parar toda esta ropa que está en buen estado? Sería una pena que termine pudriéndose en algún vertedero, pero seguramente es lo que sucederá.

El verdadero problema.

Para producir un kilo de pantalones jeans se necesitan cientos de litros de agua.  Para crear el efecto envejecido en unos pantalones jeans se necesita arena de silicio, que resulta ser tóxica para los trabajadores (por no decir que para los consumidores también). Las fibras sintéticas que se mezclan con las naturales provienen del petróleo.  Se utilizan cada vez más terrenos fértiles para cultivar algodón en lugar de dedicarlo al cultivo de alimentos.  Los tintes con los que se da color a la ropa son tóxicos, y terminan contaminando ríos en países con una legislación laxa sobre el tema. La lista de “pecados” es extensa, pero creo que ya nos hacemos una idea sobre la gravedad del tema.

La verdadera pregunta.

Dado que los armarios son el hábitat perfecto para esos seres que prometen el cielo y la tierra cuando están exhibiéndose en una tienda, pero ahora parecen hacerse los desentendidos, mi pregunta es ¿cuál fue la verdadera motivación detrás de esa compra?

¿realmente lo necesitaba o fue un intento por mejorar un mal día? Tal vez pensé que esa prenda me ayudaría a impresionar a alguien, me haría parecer sofisticada e interesante…

Esa es la clave, parecer en lugar de ser.  Es más fácil parecer algo en lugar de serlo realmente. ¿Por qué necesitaba parecer? ¿acaso a mis allegados les molesta mis pantalones de segunda mano? Hasta ahora nunca se han quejado. Y si mis seres queridos no les importa mi ropa de segunda mano, ¿por qué me molesto en intentar impresionar a personas que ni me conocen ni les importo? Y en mi intento por mantener cierta apariencia, alimento la bien nutrida maquinaria de producción y consumo desmedidos. Esa que nos pasa y nos seguirá pasando facturas en forma de anomalías medioambientales, esclavitud disfrazada de precariedad laboral y compradores compulsivos cada vez más vacíos y pobres.

Continuará.