«Me Fui – REYMAR PERDOMO (y lo volvería a hacer)

Los hay que migran porque sienten que les falta algo, y esperan encontrarlo al otro lado de la frontera.  Otros migran porque se están quedando sin oxígeno. En cualquier caso dejar atrás lo que uno conoce, ama y le da seguridad es toda una aventura.

«Con mi cabeza llena de dudas, pero me fui» y ¿saben qué? Lo volvería a hacer

¿Cuánto cuesta salvar un alma?

Turismo sexual, tráfico de personas o esclavitud infantil, son realidades que preferimos ignorar y esconder debajo de la alfombra. En la mayoría de países «desarrollados» hay un agujero negro, una doble moral, donde ciertas cosas no están permitidas pero tampoco están prohibidas. La esclavitud infantil es inaceptable en nuestros países pero si pasa en otros países no pasa nada, no es nuestro problema.  El turismo sexual es algo que por supuesto sólo pasa en Asia, y de lo que pasa a 43 km. de aquí mejor no hablamos.

He decidido ayudar a una organización que lucha contra el tráfico de personas en el área donde vivo. Es una organización compuesta por voluntarios apasionados y muy profesionales en lo que hacen.  Mi trabajo es muy fácil, tengo que ir de compras.  Diferentes equipos visitan burdeles y contactan con las que ellos llaman «our precious ladies».  Aún no entiendo muy bien como funciona todo pero yo sólo tengo que ir de compras.  Compro regalos para nuestras preciosas mujeres.  El trabajo es tan extenso que terminé adoptando un burdel porque no me daría a basto comprando regalos para todos los equipos que visitan a las mujeres. Compro regalos para las mujeres de un burdel específico y trabajo sólo con un equipo, así es más fácil para todos. Tengo un presupuesto (limitado) e intento comprar cosas bonitas, baratas y que de alguna forma las haga sentir amadas, porque lo son.  Intento que los regalos digan «eres valiosa», «no pierdas la fe» o «hay alguien buscándote».

Hace un par de semanas le pedí a una amiga que me ayudara a comprar algunas cositas para nuestras preciosas mujeres, y cuando le expliqué a mi amiga de qué iba todo esto, ella me miró y me dijo «pfff tanto trabajo y recursos para rescatar a una o dos mujeres, no sé si esto vale la pena».  Ella lo estaba viendo desde una perspectiva empresarial secular: inversión grande = ganancia grande, si no hay ganancias entonces es mejor no invertir. Pero ¿quién puede ponerle precio a un alma? ¿cuántas horas, dinero o sacrificio se debe invertir en una persona antes de que se considere una pérdida de tiempo? ¿cuándo es aceptable renunciar?

¿No fue nuestra salvación algo impagable para nosotros? tanto que sólo el Hijo de Dios podía pagarla. ¿No somos el resultado de lo que nuestra familia ha invertido en nosotros? ¿no somos el legado del sacrificio de generaciones anteriores?. Y si sólo logramos rescatar a una persona ¿será todo este esfuerzo una pérdida de tiempo? Pero si fuera al contrario, ¿no desearía que alguien me buscara incansablemente hasta encontrarme?

No nos cansemos de hacer el bien, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. (Gálatas 6:9)

Una utopía llamada integración multicultural (y en plena navidad)

A veces tengo la impresión de haber retrocedido en el tiempo y estar viviendo la época de las cruzadas, las guerras contra los infieles (aunque todavía no tengo claro quiénes son los fieles y quiénes los fieles). Paseando por la calle peatonal más grande de mi ciudad se puede ver el repertorio completo de colores de tez, se escuchan todos los acentos e idiomas posibles, todos afanados por cumplir con sus obligaciones navideñas, aunque no crean en la navidad (porque no todos creen en la navidad, pero en el consumismo creemos todos). ¿Será que realmente convivimos en paz, o desconfiamos con disimulo? O peor aún, tramamos odio y destrucción.

Y a todo esto, la iglesia de Cristo, los llamados cristianos, ¿habrá algo que podamos aportar? ¿Son nuestras iglesias un modelo realista de integración?  Estoy firmemente convencida de que Cristo quería que su idea de comunidad multicultural, no solo funcionara, sino que fuera un modelo para tiempos como estos. Y de todas las reglas para esta revolucionaria idea de comunidad multicultural, se me ocurren dos que son el pegamento y la base sobre la cual se construye la integración. La primera es la regla de oro: tratar a los demás como nos gusta que nos traten (Mateo 7:12). Si no me gusta que me engañen no voy a engañar.  Si no me gusta que me miren mal en el tren, no veré con desdén a nadie en ningún lugar.  Si quiero que me tengan paciencia en mis diarias y constantes luchas con este idioma que no es el mío, tendré paciencia con los que también luchan por comunicarse. Y esta regla tiene efecto retroactivo.  Así como alguien se tomó la molestia de enseñarme como funciona el transporte público en esta ciudad, yo puedo dar un poco de mi tiempo a alguien más. Así como Cristo me amó, cuando yo era enemiga suya, yo puedo amar a aquellos que me odian sin razón.  Así como Cristo planificó mi salvación con siglos de anticipación, yo puedo planificar concienzudamente la mejor forma ayudar a otros.

La segunda regla, más que una regla, es la síntesis de la historia de la humanidad: id por todo el mundo y predicad el evangelio (Mateo 18:19).  Las migraciones no empezaron  el año pasado. Las migraciones son tan antiguas como la guerra misma. Pero las migraciones son importantes para la iglesia porque traen gente nueva.  Después de haber probado una iglesia multicultural (más de 30 países representados) para mí sería difícil volver a una iglesia heterogénea. Somos una iglesia de paso, mucha gente está por tiempo limitado con nosotros, somos una estación en su viaje, no el final del trayecto.  Somos un río, no estanque. Debemos bendecir y ser bendecidos en tiempo récord.  La iglesia fue pensada para ser una comunidad dinámica y multicultural que no tiene tiempo para peleas internas o para burlas o exaltaciones nacionalistas, porque enfoca toda su fuerza y creatividad en predicar a Cristo.

Si como cristianos, en estos tiempos de odio e incomprensión, no pensamos en nuestras comunidades como un modelo o alternativa viable para la sociedad,  es probablemente porque hemos fracasado.  Amamos con amor imperfecto y parcial.  Nuestra doble moral está tan maquillada, que ya no parece pecaminosa.  Nuestras comunidades son más bien  estanques donde ni los patos quieren nadar.  Quizás no sea demasiado tarde, y sé de buena tinta que hay gente luchando por ser una alternativa ante tanta muerte.  Quizás aún estemos a tiempo, pero debemos volver a amar y a fluir cuanto antes.