El odio es una estrategia de marketing, nefasta. Es una herramienta de convencimiento contraproducente. Absolutismo emocional. Odiar es subestimar la mesura y exaltar las propias limitaciones.
Odiar es acumulación de hartazgo e incomprensión. ¿Necesidad de atención? Es como una motosierra con criterio firme. Es la suposición de conocimiento pleno, superior e inerrante. Energía emocional que busca desahogo pero solo deja división. Es el hijo del miedo y de la arrogancia. Pero el perfecto amor echa fuera el temor.
Fuimos llamados a tener criterio. A analizarlo todo y retener lo bueno. A ser rapidos para escuchar, lentos para enojarnos, astutos como serpientes y mansos como palomas. Nos dijeron que todo tiene su hora tiempo de hablar y tiempo para callar, o sea, a elegir con sabiduría cuando toca qué. Porque en la ira de los hombres no obra la justicia de Dios.