Tan diferentes, tan iguales, tan festivos. Un día en una feria alemana.

Leí hace tiempo que se necesitan 8 años  para entender una cultura. 8 años desde el momento en que hablas el idioma de la cultura que quieres entender. Llevo 10 años aferrándome a esa premisa.

Aún no sé cuándo se «debe» llevar tarta a la oficina, qué aspectos de la vida son privados y que cuáles son atañen lo profesional. Me he acostumbrado al contacto visual indirecto, y ese afán de no entrometerse en la vida privada de los demás… lo echo de menos cuando estoy lejos. No sé cuando un conocido se convierte en amigo. Sé que la ayuda no se ofrece, se pide, entonces se obtiene. Pero me faltaba un aspecto de la cultura nativa por ver, el festivo sin filtros. 

Ordenados en mesas numeradas, con horario para empezar y para terminar, emocionados ante la expectativa de pronto tener licencia para «bailar» sobre los bancos en los que están sentados, verse a los ojos y hablar con extraños sin sentirse mal por ello. Una combinación de música entre lo muy local y grandes éxitos internacionales de los 70 a los 90. Tal vez las expresiones festivas de cada cultura se convierten en su cliché, ya sea en pantalones de cuero o con guayavera, al final todos necesitamos celebrar algo, vernos a los ojos y conectar con otros. Al final no somos tan diferentes.  Al final siempre hay música para el alma, comida para el cuerpo y alcohol para el dolor, la soledad y la desesperación. No somos tan diferentes. 

El festival popular, resulta ser popular. Imposible distinguir (a ojo extranjero) quién es quien. Jefe o empleado, empresario o repartidor. Pantalones de cuero y camisas a cuadros, vestidos con encajes y lazos de colores, tan similares entre ellos, ¿una ilusión en una cultura que aspira a la igualdad? Lo cierto que es comparten códigos, eso que todos saben pero no se puede explicar con palabras, saben qué y cuándo cantar, qué y cuándo responder y brindar al unísono. Es todo eso que transmite de una generación a otra sin palabras: lo que es honorable y lo vergonzoso, lo que es aceptable y lo que no, las reglas y sus excepciones. Tan similares entre ellos. Entender por qué lo hacen tal vez me tomará otros 8 años. Tal vez para ellos yo sea igual de incomprensible, pero no somos tan diferentes.

Pero que la música, sea cuál sea, que no falte.