Esta semana algunos padres han dejado este mundo. Después de años de dolor han dejado de sufrir. Hombres con la mirada en lo eterno, hombres que vivieron esperando conocer a su creador mientras vivían con audacia, sin miedo. Mi padre pudo haber engrosado la lista de los que se fueron, pero no.
Esta semana algunos padres siguen secuestrados. Padres que rogaron para no compartir cautiverio con sus hijas, y Dios los escuchó. Padres de ideas fijas, que no contemplan la retirada. Padres que asumen las consecuencias de sus decisiones porque saben que el galardón es mayor que su sufrimiento.
Esta semana algunos padres siguen en el hospital, alejados de todo lo que usaban para comunicar su mensaje, como esperando el veredicto final: buen siervo fiel, entra en el gozo de tu Señor.
Esta semana algunos padres tuvieron una segunda oportunidad. Contra todo pronóstico siguen aquí. ¿Porque son mejores que los anteriores? No. El por qué no lo sé, el para qué sí. Para que sigan viviendo en la tierra con la mirada en lo eterno.
¿Y qué pasa cuando un padre de estos se va? Se convierte en patrimonio inmaterial de los que recuerdan su nombre. Y cuando su nombre desaparece se convierten en patrimonio inmaterial de su sociedad. ¿Y que pasa con los que no dejan tras sí bendición? Son como el tamo que arrebata el viento.
A los que les toque hoy, feliz día del padre.