Mentiritas blancas para gustar al que me gusta. Pequeñas licencias de autor para exagerar los hechos y contar una historia más interesante. Photoshop con palabras para conseguir un ascenso. Decir que sí cuando el realidad quiero decir no. Evitar conflictos pagando con trocitos de integridad.
El amor de Dios no compromete su esencia. No renuncia a su naturaleza cegado por el «amor» a sus criaturas. No lo acepta todo, sino que provee alternativas a nuestras carencias. No cambia sus promesas para agradar al oyente, a todos promete lo mismo, de todos espera lo mismo. Un Salvador generoso que sufre rechazo, lo que no le detiene de intentarlo otra vez.
¿Y si amaramos con más integridad a nuestros semejantes? Sin comprometer lo que somos o lo que creemos, sin amputar nuestras necesidades por miedo a la soledad. Sin negar nuestras metas y llamado. Si tan solo fuéramos más transparentes y valientes al darnos a conocer, nuestros valores, principios, lo que podemos comprometer y lo que no.
El amor verdadero no compromete su esencia, porque no se puede amar bien con el alma agujereada.