Cada decisión conlleva una renuncia, dijeron los influencers. No me lo esperaba. Entre chiste y chiste, sorbito de bebida muy azucarada y sorbito de café caro, una verdad como una catedral. Decido pasar «un ratito» viendo reels y renuncio a tiempo para dormir, renuncio a levantarme a hacer ejercicio al día siguiente, renuncio a ir tranquila al trabajo, renuncio a desayunar, a llegar temprano a la oficina para, a salir pronto del trabajo, a tener energía para quedar con alguien después del trabajo, a ir al supermercado para cocinar, a ahorrar dinero cocinando para tener que pedir comida en una plataforma que explota trabajadores para que te lleven la cena…
Y si piensas: «es mi vida y no le importa a nadie», más te vale ser un ermitaño que vive en lo alto de un monte.
Decides robar, obligas a alguien a renunciar a un bien. Decides difamar, obligas a alguien a renunciar a su dignidad y buen nombre. Decides que sabes que hay que hacer y tienes el poder para imponerlo, obligas a alguien (aunque sea un necio) a vivir un régimen que no desea. Decides no trabajar, obligas a otros a vivir con tu precariedad. Decides entregarte a tu vida profesional, obligas a los demás a renunciar a ti. Decides dejar de aprender, obligas a las personas a las que todavía no conoces a vivir con una versión insulsa de ti mismo. Decides no involucrarte o por lo menos interesarte por la política y la historia de tu región, obligas a tus allegados a comprar tus sentencias inocentes y simplistas.
Tanto mis renuncias como mis decisiones rara vez son cosa que solo me prejudica o beneficia a mí. Decidir es creer, porque hacemos lo que de verdad creemos y no lo que decimos que creemos. Creo que tengo que ir en cierta dirección, inevitablemente le llevo a los míos conmigo y en camino ellos renuncian a algo. Creo que no soy capaz de algo, obligo a los míos a vivir con mi yo paralizado. Creo que me merezco algo, obligo a los míos a beber mi frustración o a complacerme porque creo que los demás están en la obligación de evitar mi tristeza. Decido dejar de cumplir mi función en este tejido social, te obligo a vivir sin mi aportación.
Amarca los demás como nos amamos a nosotros mismos. Complicado cuando no sabemos amarnos a nosotros mismos. No hay por dónde empezar.
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